A más de cuatro años de haber sido emitida la Alerta de Violencia de Género Contra las Mujeres, un nuevo y atroz crimen en la capital del estado de Michoacán sacude las conciencias y logra estremecer hasta a algunas y algunos periodistas que cubrieron los dolorosos hechos acaecidos en los últimos cinco días.
La familia de Jessica González Villaseñor no se despegó del edificio de la fiscalía, desde que acudieron para presentar la denuncia (el día 21) por la desaparición de su hija y hermana, cuentan los periodistas con voz entrecortada. De inmediato hicieron lo que pudieron hacer, presentar la denuncia, aportar todos los datos y difundir su búsqueda a través de las redes sociales, esperando encontrarla.
Cada momento se fueron incrementando las acciones y el apoyo de feministas jóvenes que grupal o individualmente compartieron su preocupación y realizaron concentraciones para manifestar sus exigencias, primero de investigación y ahora —una vez reconocido plenamente el crimen de feminicidio contra Jessica— de justicia.
Los rumores y confusiones no faltaron, como el sentido pésame del gobernador Silvano por el fallecimiento de la joven de 21 años y el informal comunicado de la fiscalía por twit, acerca del hallazgo del cuerpo en una zona campestre, antes de que la familia fuera enterada. Lo que dió lugar a un desmentido que circuló por algún tiempo y que negaba la información “oficial”.
Poco después la propia madre y el padre de la joven asesinada confirmaron la noticia de su muerte y agradecieron el apoyo que recibieron de múltiples personas. La velada posterior al anuncio oficial del crimen llenó el centro de la ciudad de Morelia con reclamos, dolor, enojo, llantos y consignas de cientos de personas, que alcanzaron a tocar el alma de muchos que hace poco todavía criticaban las movilizaciones de mujeres jóvenes.
Un día después de encontrados los restos de Jessica, el día 26, se convocó a una movilización social que se uniría a la protesta por los 46 estudiantes desaparecidos por el Estado, hace seis años. A esta marcha se sumaron miles de mujeres que fueron contenidas y finalmente dispersadas por contingentes de granaderos apostados en las afueras del palacio de Gobierno para protegerlo… lo que no hicieron con la debida diligencia para preservar la vida de Jéssica.
Un ejemplo de cómo, sin embargo, a pesar del dolor compartido la compasión no es suficiente, es el “filtro” que empezó a circular entre varones la noche de la confirmación del feminicidio, el día 25. En él, muchos asumen responsabilidad por el “cuidado” patriarcal de las mujeres. Siguen creyendo que el mundo se trata de la relación entre ellos y que las mujeres sólo siguen siendo su propiedad más preciada (la misma que vulneran para atacar la dignidad del otro, cada día).
Particularmente preocupa que profesores universitarios, algunos de ellos acosadores consuetudinarios, compartan la visión patriarcal de “cuidar” de las mujeres con cierto orgullo ingenuo; o bien como estrategia para distraer la atención de sus prácticas abusivas y de paso aparecer como agentes críticos, aunque todas conozcamos su rechazo sistemático a leer al menos un folleto que los ilustre en su afán de mostrarse como adalid de las mujeres.
La facultad de filosofía tiene experiencia exhaustiva en ese rubro de usurpar liderazgos y simular que entienden. Al fin y al cabo en la Universidad Michoacana el Rector y su secretario general creen que, para combatir el acoso y el hostigamiento sexual y así cumplir con la responsabilidad establecida en tratados internacionales (que ni siquiera conocen), es suficiente con tener un video confuso e ignorante que revuelve demandas queer con teoría feminista. Cómo si preguntar a las y los nuevos estudiantes (a quienes va dirigido ese video) si alguna vez se les ha antojado usar falda, pudiera prevenir la violencia contra las mujeres o al menos informar lo grave de la desigualdad sexual.
La demanda de jóvenes mujeres que aprendieron el valor de la libertad del propio ejemplo de autonomía y fortaleza de sus madres trabajadoras, que han crecido en el discurso universal de los derechos humanos y comienzan a vivir en un mundo incapaz de respetar su vida es simple (aunque el entendimiento patriarcal lo distorsione todo): “Vivas nos queremos”. Las mujeres mayores y todas las personas tenemos la obligación de escuchar y apoyarlas.
No obstante, la demanda desesperada de auxilio que nos hacen desde hace varios años todavía no se entiende. Es increíble que después de cuatro años declarada la Alerta, en Michoacán no se comprenda lo que significa: precisamente la obligación del estado, así como de la federación en coordinación con municipios, centros educativos y empresas, de evitar situaciones como esta. Se trata precisamente de preparar, capacitar permanentemente y establecer mecanismos de vigilancia y sanción a policías, y a todos los servidores públicos de atención primaria a la violencia, para que reaccionen adecuada, expedita y eficazmente ante las denuncias de violencia contra mujeres y niñas.
Alerta es una palabra que significa justamente eso, una atención específicamente dirigida, para contener puntualmente las agresiones sufridas, en este caso, por las mujeres y las niñas. Y si esta no funciona es debido a la misoginia enquistada en las instituciones, es debido a la falta de sensibilidad de autoridades y servidores públicos que ignoran su responsabilidad y se contentan con representar lo peor de la conciencia ciudadana. Qué si no significa el hecho de buscar posiciones políticas de representación de las mujeres, sin sentir siquiera el dolor de la desigualdad.
Es excesivo el gasto del gobierno en equipo sofisticado de grabación en video, instalado en todas las principales avenidas de la ciudad, si este no se utiliza ante las demandas de búsqueda de personas desaparecidas o delitos cometidos, que pudieron haber sido grabados por esas cámaras que, a veces ni funcionan o son borradas en tiempos perentorios (según el propio dicho de las autoridades), y que podrían usarse no sólo para descubrir sino para evitar y prevenir dichos delitos.
Las autoridades y todas las personas adultas tienen mucho que aprender de las mujeres jóvenes. En primer lugar debemos aprender el valor de la dignidad, la libertad y la vida que ellas ponen en juego diariamente. Esas autoridades ignorantes e incapaces, tanto universitarias como gubernamentales, deben reconocer la decisión de estas mujeres jóvenes, dispuestas a continuar en una lucha heroica por transformar el mundo miserable en el que viven, por un espacio abierto al amor y a la vida, bajo la única condición de que respeten su dignidad y su existencia, tan legítimas como irrespetadas cada día.
Finalmente las jóvenes han comprendido mejor que cualquiera el amor a la patria y amor a la vida. Ellas representan la mujer sin miedo, ya nada les calla, ni nada les sobra, si callan a una nos responden todas, les metieron miedo… y les crecieron alas. Esperan que caiga el feminicida…