En Siria, recientemente se acordó una nueva tregua en la guerra civil por parte del actual gobernante, Bashar Al-Assad, y de las diferentes fracciones rebeldes que luchan contra él. Sin embargo esto no hubiera sido posible sin la intervención de dos países clave, uno de ellos es EUA, quien financia a algunas fracciones rebeldes, mientras que el otro es Rusia, quien está dando un respaldo directo al régimen sirio.
A decir verdad, quién ha tenido mayor ventaja en la guerra civil siria en este año ha sido el bando del gobierno de Al-Assad, pues además de que su bloque se ha mantenido unido, el presidente ruso, Vladimir Putin, lo ha reforzado con diferentes tipos de armamento y de asesores militares, permitiendo a las tropas del régimen sirio reconquistar territorios perdidos en el norte y en el este del país, sin mencionar que prácticamente la mayoría de la costa sigue en manos del gobierno; todo ello ha hecho que el régimen sirio le tienda la mano de forma absoluta al régimen de Putin en el área internacional, intentando de esta forma consolidar la presencia del presidente ruso en el medio oriente.
En realidad, Siria no es el único punto estratégico del medio oriente en el que Putin está involucrándose, también ahora está intentando indirectamente servir de intermediario entre las autoridades de Palestina e Israel para generar estabilidad en esa zona del medio oriente, y al mismo tiempo Putin acaba de generar una nueva relación con el gobierno de Turquía, que recientemente sufrió un intento de golpe de estado, aprovechando que este último se ha alejado de la esfera política internacional de EUA y de la Unión Europea.
Al parecer, Vladimir Putin intenta recolocar a Rusia en el papel de superpotencia y actor principal en la geopolítica mundial, ya que no solo es en el medio oriente donde Putin ha buscado generar influencia, también está tratando de producir esquemas de influencia en la zona del Cáucaso, pues ahí Rusia invadió Georgia en el año 2008 para arrancarle dos provincias, así como también en la zona de Europa Oriental, muestras de ello son la alianza económica-militar que Rusia sostiene con el gobierno bielorruso así como la anexión de Crimea y el apoyo militar brindado a grupos separatistas en Ucrania.
Ante esta reciente expansión de influencia política en Europa Oriental, la Unión Europea decidió reaccionar colocando sanciones económicas contra Rusia esperando que de esta forma Putin frenara sus intenciones expansionistas, sin embargo Putin contratacó económicamente a estas sanciones creando un convenio entre Rusia y China para la venta de gas y petróleo y de esta manera aminorar las pérdidas económicas.
Hasta la fecha Putin no ha dado ninguna señal clara de querer frenar la expansión de la influencia rusa por el orbe, incluso con las sanciones europeas afectando la economía rusa, lo cual ha obligado a los diferentes actores internacionales a repensar la estrategia para contener la influencia de Putin.
Pero la influencia del líder ruso ya no solo se expande por acciones directas, sino que también lo hace a través de los miembros de los distintos pueblos que hay en el mundo. Particularmente muchos ciudadanos de Europa y EUA tienen una cierta admiración por el líder ruso y varios consideran que sus líderes deberían de aprender de Putin para resolver los problemas, incluso el candidato a presidencia de EUA, Donald Trump, ha mostrado abiertamente su admiración por el presidente de Rusia.
Putin no se caracteriza precisamente por ser un demócrata que respeta los derechos humanos, no obstante que en Rusia si hay oposición política partidista, en la práctica el partido de Putin, -Rusia Unida- tiene mayoría absoluta en el parlamento ruso, así que Putin no tiene problema alguno para modificar la ley a su antojo, sin embargo el presidente ruso ha sido duramente criticado por organismos protectores de los derechos humanos por considerar que Rusia no ajusta ni sus leyes ni su política interna para garantizar derechos fundamentales. Lo anterior no parece molestar a la mayoría del pueblo ruso, pues en general 8 de cada 10 rusos se siente muy conforme con el régimen de Putin y lo consideran alguien apto para el cargo en el que está.
Esto último quizás se deba a que fue Putin el que consiguió la estabilización tanto política como económica de Rusia a partir del 2004. Debemos recordar que Rusia quedó sumida en una serie de problemas políticos, económicos y sociales en los años noventa a raíz del colapso de la Unión Soviética; muchas instituciones sociales clave fueron privatizadas dejando a miles de rusos en situación de precariedad, al mismo tiempo el cambio a un modelo de capitalismo neoliberal devastó los ingresos que tenía en promedio la población rusa y dejó una disparidad enorme en la distribución de la riqueza, además de que se desató una guerra civil en la región de Chechenia. La llegada de Putin y sus aliados al poder logró generar un sistema económico sostenible, compuesto por una mezcla entre capitalismo dirigido por el estado y un estatismo moderado, así como también se frenó de forma definitiva el conflicto en Chechenia, lo cual contribuyó para que posteriormente la región comenzara a tener un despegue económico importante.
Precisamente todas estas acciones y estrategias en el campo político, tanto nacional como internacional, han hecho que a Vladimir Putin se le considere como una especie de Otto Von Bismarck del siglo XXI, pues los dos personajes poseen características en común, ambos consiguieron la estabilidad de sus respectivas naciones a través de su astucia política así como consiguieron también una enorme influencia exterior y una cierta expansión territorial, todo ello dejando la democracia y los derechos fundamentales en segundo plano.
Puede gustarnos o no pero sin lugar a dudas Putin se ha convertido en un actor de suma relevancia en la geopolítica mundial y por lo mismo, la comunidad internacional tendrá que estar muy atenta a las distintas acciones que este estratega ruso decida ejecutar.
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