Por: Gerardo A. Herrera Pérez
La Casa de la Cultura de Morelia, se encuentra la exposición “Las mujeres de Adán”, de la maestra en artes visuales Verónica Buccio; está, no es una exposición más, no, es una exposición que representa mediante la plástica y la fotografía el poder de la mujer, en un mundo donde se le excluye, se le somete y se le controla, y para lo cual se ofrece una importante propuesta para construir con fraternidad y con sororidad una sociedad más cercana; esto es, una propuesta de hermanamiento de hombres y mujeres para el fortalecimiento de lo humano, del ser humano.
La propuesta plástica de la maestra Verónica Buccio, alcanza un periodo amplio de la humanidad, desde la creación y el texto bíblico, hasta nuestros días, la posmodernidad y la igualdad constitucional ; desde Adán y sus dos mujeres, Lilith y Eva, hasta la mujer empoderada de nuestros días que no ha logrado hacer comprender a su compañero de vida que en este mundo construimos ambos, mujeres y hombres son someternos. La propuesta es no crear misandria, ni hembrismo; la propuesta es desestructurar el patriarcado para no generar condiciones de machismo y misoginia, al contrario, la propuesta es acompañarnos en un modelo social más humano, de mayor respeto, de posibilidades solidarias, en donde la libertad y la igualdad sean los ejes del desarrollo humano, para la hermandad.
Las mujeres de Adán, nos plantea el mundo de dos mujeres, una emocional, otra racional, pero ambas complementarias. Así, el patriarcado nos habla de aquellas mujeres que son reflejo del mercado y de la moda que se construyen en una dicotomía, la dama y la mujer; la mujer buena y la mujer mala; la mujer de moda y la anticuada; la mujer sensual y la asexual; la mujer oprimida y la mujer moderna; la mujer empoderada y la mujer sumisa; la mujer desarrollada y la mujer sin información. Estas dicotomías han logrado posicionar la invisibilidad a un amplio segmento de mujeres que no están en estas dicotomías y han logrado posicionar jerarquizando aquellas que están alineadas y responden a los servicios del patriarcado.
Las mujeres de Adán también nos señalan la importancia de la construcción de nuevas formas de entender la masculinidad; una masculinidad que nos permita interpretar las emociones, los valores, los sentimientos, el amor por la otredad, el amor a la mismedad, esto es, lograr la felicidad como un indicador del desarrollo humano. Así, tanto lo femenino como lo masculino está llamado a desaparecer y transformar para nuevamente voltear a ver en nuestros cuerpos, lo humano, el ser humano y su alma, y desde ahí reconstruir un nuevo movimiento social en donde el arte, la estética, la belleza de la naturaleza y de las artes visuales nos ayuden a cambiar las armas por pinceles, las balas por colores, la tortura por el respeto a la dignidad, la desaparición forzada por el amor al otro, la extorsión por el compromiso solidario, la arrogancia por la humildad humana, el patriarcado por la horizontalidad, el androcentrismo por el acompañamiento, el sexismo por el disfrute de los cuerpos y las emociones sin poder y sin control del cuerpo sobre el cuerpo de la mujer.
Hoy tenemos una gran oportunidad de cambiar, y la propuesta es clara, Verónica Buccio nos enseña a que con humildad y amor al prójimo podemos avanzar en la vida; Verónica Buccio nos acerca al alma de la artista y nos acerca a su racionalidad, una racionalidad que excluye la violencia, una racionalidad que privilegia el dialogo, una racionalidad que entrelaza con hilos finos las emociones y la pasión. Verónica es la pintora de las emociones y las pasiones que enfrenta y confronta entre mujeres y con hombres, por ello, he decidido llamarle: “Verónica, la pintora de la hermandad”.
Agradezco a quien estuvo acompañando a Verónica Buccio en su espectacular exposición: Oyuki magenta, Manuelo, a Julio, a Marx: quienes asistimos nos trajimos mucha energía, su juventud, la lozanía de sus emociones y la pasión de su talento. Así, yo, me llevo el amor por el prójimo, y la construcción de la hermandad. Gracias por existir Verónica, tú “Verónica, la pintora de la hermandad”