El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) está muerto y las autoridades mexicanas lo saben, y si no lo hacen público es porque reconocerían que su proyecto económico- político ha fracasado. Esto sucede a pesar de que todavía no inicia la renegociación sobre este tratado entre: Estados Unidos, Canadá y México. La inercia indica que el presidente estadounidense Donald Trump se inclinará por la idea de impulsar tratados comerciales bilaterales que le permitan a su nación sacar una mayor ventaja. Las autoridades mexicanas se tendrán que sentar a escuchar y aceptar lo que venga; la dependencia de nuestra política económica y cultural nos condujo a este indignante escenario.
No es extraño que México y Canadá atraviesen una dura e incierta relación con Washington desde que el presidente Donald Trump puso en su mira al tratado trilateral vigente desde 1994, al que estima culpable de la pérdida de empleos y una desventaja comercial para Estados Unidos.
Si bien Donald Trump mantuvo con vida un acuerdo que llegó a calificar como “el peor de la historia”, debió suponer una derrota para él. Ahora bien, semanas atrás él anunció su rompimiento, lo hizo con la intención de ganar tiempo, seis meses para ser más precisos, en los cuales Washington podría recalibrarlo todo desde una posición de extrema fuerza.
El gobierno de Estados Unidos está esperando que el Congreso dé su aval a Robert Lighthizer como representante comercial del país, para que éste le pueda notificar la intención de renegociar el TLCAN y posteriormente esperar 90 días.
No se ha decidido todavía si optarán por las negociaciones trilaterales o si van por negociaciones bilaterales que se complementarían. Es posible que los vecinos del norte dejen abierta la posibilidad de que, si no llegan a un consenso en la negociación del TLCAN, buscarían dos acuerdos bilaterales, con México y Canadá, y así evitarían una guerra comercial con ambas naciones. El objetivo de dos acuerdos bilaterales es que éstos sean coincidentes y simétricos.
Washington buscará usar las concesiones que México y Canadá hicieron en las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por su siglas en inglés) como punto de partida para el TLCAN. Ya que desde su punto de vista hay algunas concesiones que los socios del TLCAN hicieron en conexión con el propuesto TPP y consideran que no hay razón para echar eso a la basura.
Sin embargo, especialistas han advertido que hacer la transición a un acuerdo bilateral enteramente nuevo podría interrumpir el comercio. Introduciendo reglas divergentes (unas para Canadá y otras para México) provocaría que eleve el costo de hacer negocios.
Eso podría terminar afectando la competitividad y el comercio de Estados Unidos.
No podemos olvidar que cerca de 14 millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con México y Canadá, según la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
Mientras que en la frontera sur, la renegociación del TLCAN podría frenar el crecimiento económico de Chihuahua, Baja California, Coahuila y Tamaulipas, entidades que se verían más afectadas en el corto plazo si la inversión extranjera directa se retrasa constantemente durante las negociaciones.
El crecimiento de México de los últimos cinco años fue de 2.5 por ciento; lo peor es que esto podría continuar en 2017-2018, en la medida en que la inversión se viera afectada por la mayor incertidumbre económica. Por eso es necesario tomar en cuenta el posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador en el 2018. Los estadounidenses temen que si triunfa el tabasqueño habría una mayor volatilidad económica y no saben qué cambios se instrumentarían provocando incertidumbre política.