Por: Javier Lozano
El mecanismo de la encuesta suele ser una herramienta de zozobra y un manojo de incertidumbre de acuerdo con todas las inconsistencias e injusticias que ha cometido la Comisión Nacional de Encuestas o, tal vez, las determinaciones de las cúpulas de la estructura gubernamental que toman decisiones para designar aspirantes o candidatos sin importar el papel relevante de la población civil; en éste caso de militantes y simpatizantes de Morena.
Sería una pena que el proceso del 2024 se viera manchado por una designación de esa naturaleza- cobijada desde el poder público de las instituciones, máxime si se ignora el pulso de la sociedad. Y es que dadas las formas o los antecedentes hay un riesgo latente que pueda venir una decisión acompañada de una determinación unilateral- como han ocurrido en casos de aspirantes- quienes dominaron un sinfín de encuestas de renombre, y perdieron la más valiosa.
He repetido casi en cuatro ocasiones el caso particular de Cristóbal Arias Solís que dominó 42 encuestas a priori en Michoacán. Si, 42 ejercicios con una metodología clara y fundamentada que era reconocida por el árbitro electoral.
Todavía no he podido superar ese shock que provocó una maniobra para dejarlo fuera de la carrera gubernamental. Mario Delgado nunca pudo explicar la metodología y, con un anuncio sencillo, destapó a Raúl Morón. Al final ni él fue el abanderado ya que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le quitó la candidatura por no informar gastos de precampaña.
Desde ese instante, me convencí que la encuesta es un instrumento injusto y desgastado. Realmente no existe nitidez, ni mucho menos claridad.
Qué impotencia es sentir de manos de la dirigencia un anuncio inmerecido. No me imagino el malestar luego de saber que, por una decisión unilateral, han dejado a un aspirante que ganó por el reconocimiento de la población civil ¡El pueblo pone y el pueblo quita!
Los casos que más recuerdo son el del 2018 para elegir al candidato de Morena en la Ciudad de México. El mismo patrón pasó en Michoacán. Por tal motivo, y para revertir esta situación, el partido de Regeneración Nacional tiene que poner en marcha un proceso auténticamente democrático. Que se vigile perfectamente cada procedimiento y evaluación, incluso, a través de un órgano colegiado con la representación de cada aspirante presidencial. Esa sería una opción .
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Otra, sería poder recurrir a modificar los estatutos internos del partido para garantizar un proceso transparente en la designación del abanderado del 2024. La elección primaria es, hoy en día, la alternativa más clara a fin de manifestar una verdadera determinación puesta en manos de militantes y simpatizantes del partido.
Eso rompería toda suspicacia de aspirantes que pueden llegar a ser promovidos desde el poder público y más bien, se tomaría muy en cuenta el sentir del pueblo que es, en la democracia, quienes realmente toman las decisiones. Con ello, no puede haber impedimento para que exista pluralidad y equidad en el proceso de elección; sería, por congruencia, un acto de justicia en una etapa donde se debe romper cualquier prejuicio en los procedimientos.
Con esa premisa, los presidenciables tendrían cancha pareja. De hecho, lo hemos comentado: sería un acto de congruencia que el presidente reconociera a todos los aspirantes y no ceñir ni acotar la lista como lo ha hecho. Basta con observar las propias evidencias y testimonios de los actores principales a la gubernatura donde se ha coreado el nombre de los posibles abanderados, incluso aquellos que se han negado a nombrar al mandatario.
Siendo un hecho sin precedentes, debe haber libertad y democracia la que impere en Morena para equilibrar la balanza.
No hay ningún impedimento para que eso suceda. Sin exclusiones. El mejor ejemplo es lo que solicitó el presidente López Obrador para la cumbre de las Américas donde insiste en invitar a los países que han sido segregados por el territorio de los Estados Unidos.
Qué mejor ejemplo que ese. Sería, repito, un acto democrático y congruente apertura el proceso en las reglas de participación del juego presidencial, es decir, claras y transparentes que no dejen margen a la especulación. Y, por último, que a nadie se le impida la participación legítima en el proceso interno de Morena. Eso es democracia.