Es bien sabido que nuestra nación actualmente está pasando por una terrible crisis de inseguridad que afecta prácticamente todos los sectores sociales en la mayoría del territorio. Aunque si bien es cierto que la violencia entre las distintas agrupaciones del crimen organizado existe aproximadamente desde los años ochenta, hoy en día parece haber sobrepasado todos los límites alguna vez vistos.
Prácticamente desde que inició la llamada “Guerra contra el Narcotráfico” en 2007, el crimen organizado ya no solo ha centrado la violencia entre los distintos grupos que lo conforman, sino que también ahora es común que agradan a personas de la sociedad civil a través de extorsiones, secuestros, robos u otras estrategias delictivas.
Desgraciadamente mientras el estado mexicano, en sus tres niveles de gobierno, mantenga estrategias mediocres e ineficaces en materia de seguridad, no habrá un cambio efectivo ni en la solución del problema, ni en la percepción de inseguridad que hoy existe.
Actualmente esta violencia afecta sobre todo al sector turístico, actividad económica que el año pasado proporcionó al país una derrama económica de 19,571 millones de dólares.
Acapulco es quizá el mejor ejemplo de lo que esta espiral de violencia, ocasionada por la delincuencia y agravada por una mala estrategia de seguridad, está generando. El puerto que fuera el gran punto turístico de los años cincuenta y sesenta, se ha convertido en una de las localidades más violentas de todo el país, donde el crimen ya no solo afecta a los residentes sino también a los propios visitantes, lo cual reduce considerablemente la entrada de divisas turísticas.
Ahora parece ser que es Cancún el que tendrá un destino semejante, pues las guerras entre el hampa están cada día más tangibles en ese lado de la península de Yucatán, y no parece ser que a ninguno de los órdenes de gobierno le importe mucho, aun cuando esta región es la que más aporta ingresos turísticos a la nación.
Aunque quizá Acapulco y Cancún serían los ejemplos más notorios, es bastante fácil observar que el turismo se está viendo afectado a nivel más regional en lugares como Mazatlán e Ixtapa, y también en estados relativamente turísticos como Guanajuato y Michoacán.
Es una desgracia que la irresponsabilidad en materia de seguridad de las distintas administraciones tanto federales como estatales y municipales, esté conduciendo a la afectación del turismo en todo México; un país con una historia tan interesante y con grandes paisajes y recursos naturales tendría fácilmente su lugar en los primeros diez países de destino turístico, pero la falta de voluntad de los gobernantes nuevamente termina por truncar esta gran posibilidad.
México tiene todo para convertirse en una potencia turística, pero esto no podrá ocurrir hasta que se cumplan dos factores primordiales. El primero de ellos es la reducción de la inseguridad y para ello se requiere una estrategia efectiva y sobre todo coordinada por parte de las distintas esferas gubernamentales, el segundo factor es una planeación efectiva tanto federal como local para promover e incentivar las actividades turísticas, pero únicamente hasta que la crisis de inseguridad sea plenamente controlada.