Hace 11 meses, nadie le otorgaba la menor oportunidad, pero a golpes de declaraciones, Trump cambió el curso de la campaña, hizo explotar lo políticamente correcto y se impuso como el candidato republicano indiscutido, pese a la oposición de su partido.
El extravagante magnate de 69 años, que hizo su fortuna en la construcción, nunca ha ocupado un cargo público. Hasta que anunció su candidatura, su nombre era solo sinónimo de torres y casinos, matrimonios y divorcios de farándula, y “El Aprendiz”, el programa de telerrealidad del cual era el animador estrella.
Pero este populista que ya había ojeado una carrera hacia la Casa Blanca, se ha revelado como un animal político formidable, dueño de un sobredimensionado ego, tan evidente como su inverosímil cabellera amarilla.
Osa decir de todo, y en ocasiones dice lo que sea. Con un instinto temible, golpea donde más duele. No duda de nada.
Insulta a las mujeres, mexicanos, musulmanes, y sin embargo, su aparente cruda honestidad, desafío a la corrección política y un desdén hacia la clase política, lo mantienen en la cima de los sondeos desde que lanzó su candidatura en junio pasado.
Si es elegido a la Casa Blanca, promete construir un muro en la frontera mexicana, pagado por México, para combatir la inmigración ilegal. También quiere expulsar de Estados Unidos a los 11 millones de inmigrantes indocumentados, en su mayoría de origen latinoamericano.