El surrealismo en Alejandra Pizarnik
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Descubre cómo Alejandra Pizarnik reinventa el surrealismo en su poesía.

La obra poética de Alejandra Pizarnik, poeta argentina, está impregnada de mitos que frecuentemente se interpretan solo desde perspectivas psicológicas y autobiográficas, simplificándolas a meras expresiones de locura y delirio.

El surrealismo en Alejandra Pizarnik - escritora
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Es crucial, sin embargo, destacar su relación con el surrealismo: ¿de qué manera adopta este lenguaje?, ¿acoge completamente la estética vanguardista?, ¿podemos considerarla una poeta surrealista?

La vanguardia surrealista exploró múltiples rutas, siendo una de sus revelaciones más significativas para la ruptura con los movimientos artísticos tradicionales. Según André Bretón, quien publicó el manifiesto surrealista en 1924, el movimiento se define así:

‘Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral.’[1]

Este enfoque busca liberar la razón como el centro del lenguaje escrito, permitiendo una ruptura con las restricciones impuestas a la palabra y viendo al inconsciente, al sueño y a la imaginación como fuentes renovadas de conocimiento. Los surrealistas apostaron por una poesía libre, fusionando realidad y sueño para forjar imágenes únicas.

Surrealismo en Pizarnik

A diferencia de otros surrealistas, Pizarnik utiliza estas uniones no como una búsqueda de plenitud, sino como expresión de la angustia y el estrés que le provoca el mundo. No busca la liberación, sino que pinta un camino hacia la muerte. Reinterpreta las herramientas surrealistas, ofreciendo a su poesía un trasfondo surrealista, como se refleja en los versos de ‘Árbol de Diana’:

‘ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destinode sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe’
[2]

La voz poética se desplaza a una tercera persona, describiendo un estado de transparencia y confrontación con lo desconocido, lo inexistente. A través de este diálogo interno y la desestructuración del lenguaje, Pizarnik no solo dialoga con el surrealismo, sino que crea un enfoque único.

El pulso por la vida es indivisible de su formación y actividad como escritora: la noche funge como espacio de creación y muerte; escenario de delirio y conciencia de vacío. Es decir, su sitio de escritura refleja un ambiente donde la racionalidad e impulso por la vida pierde sentido. Además del espacio, el tiempo será un aspecto más importante respecto a su forma de crear. Al habitar la palabra más que la realidad, regenera también su propia concepción del tiempo. En otras palabras, al hacer un quiebre con los esquemas estructurados del lenguaje, logra asentar un tiempo fuera de la realidad para crear la suya:

Extraño desacostumbrarme

de la hora en que nací.

Extraño no ejercer más

oficio de recién llegada.[3]

Es un constante renacer, una experiencia que la lleva al hastío de un estado per se a su existencia. Un movimiento de encarnar un ser que no es ella, ni suyo. Aquel que proviene de una experiencia y remite a la memoria y que también se relaciona con ese nacimiento sufrible, esa costumbre que encierra su propia realidad. Esta suerte de diálogo interior es el que da pie a rescatar un eco surrealista. Sus pensamientos, su interior desequilibrado, refleja una suerte de destrucción al significado de la palabra. Tal vez no en el sentido de quitar lo que delimita al lenguaje escrito, pero sí al sentido de la razón:

he nacido tanto

y doblemente sufrido

en la memoria de aquí y de allá[4]

Pizarnik transforma la escritura automática, no siguiendo completamente la doctrina surrealista de liberación lingüística sin restricciones. En cambio, personaliza el surrealismo para construir su propio universo poético. Su obra no se centra en sus enfermedades mentales o experiencias de vida, sino en su relación continua y compleja con influencias artísticas como Bretón, reinterpretando el surrealismo para formar una presencia etérea en su escritura.

Con información y Texto de Haideé Ramírez Basaldua

  1. André Breton, Manifiestos del surrealismo. Traducción, prólogo y notas de Aldo Pellegrini, Buenos Aires, Argentina, Argonauta, 2001, p. 44.
  2. Alejandra Pizarnik, Poesía completa, México, Penguin Random House, 2023, p. 108.
  3. Ibid., p. 117.
  4. Ibid., p. 123.