Por: Fernanda Martínez Paz.
Últimamente, la palabra sororidad se ha empleado malamente como un escudo protector ante críticas principalmente de mujeres hacia otras mujeres, en diferentes rubros, en diferentes espacios. Y es que, en términos generales, la sororidad no es más que la relación solidaria entre mujeres con la finalidad de forjar redes de apoyo que contribuyan, mediante herramientas y habilidades, a generar cambios sociales hacia la equidad, transformando las relaciones que a través de los años y por una construcción machista pueden llegar a ser de enemistad entre las mujeres.
A lo largo de la historia la lucha feminista ha ganado importantes batallas, una de ellas, el sufragio femenino; el derecho a votar y ser votadas. Si bien es cierto que la falta de participación política de las mujeres que responde a la cultura machista aún arraigada en nuestros tiempos es una realidad, también es de señalar que esa poca participación no ha sido del todo satisfactoria y un ejemplo claro de ello es Elba Esther Gordillo expresidenta de la SNTE acusada de lavado de dinero y delincuencia organizada y Rosario Robles extitular de SEDESOL acusada de desvío de dinero.
Ante los comicios de las elecciones del 2021, la lista de las y los “suspirantes” a la gubernatura de Michoacán no ha dejado de crecer. Sin embargo, la atención se centra en las posibles candidatas, al usar como discurso la sororidad para el apoyo a su participación como aspirantes de algún partido político, y es entonces cuando se cae en la trampa. Tenemos que tener claro que la sororidad no es no hacer críticas, tampoco la sororidad es caernos bien, pero sí, trabajar por un bien común. Como mujeres, debemos ser críticas y replantearnos: ¿De qué manera esta nueva generación de mujeres libres, dueñas de nosotras, estamos contribuyendo a aquella batalla ganada por las feministas sufragistas que nos dieron el derecho a formar parte de la toma de decisiones de nuestro país para mejorar las condiciones de vida?
La mayoría de las mujeres que vemos contendiendo en encuestas emanadas de las redes sociales bajo la intención de participar en algún cargo de elección popular, son mujeres con una trayectoria política, mas no con resultados de esa trayectoria, son, finalmente mujeres al servicio del sistema. No representan esos logros de las compañeras feministas, de sus ideales, no perdieron la vida luchando para que nosotras, las nuevas generaciones, prostituyamos términos, conceptos, ideologías, teorías a favor de nuestros intereses como mujeres pertenecientes a una clase privilegiada, para que ese derecho a la participación política lo utilicemos como herramienta para alimentar nuestro ego, nuestro narcicismo, para empoderarnos y aprovecharnos del humilde, del obrero. Para engordar nuestras cuentas bancarias.
Estamos ganando espacios en la política bajo el discurso de género, pero entre el discurso y el hecho, hay mucho trecho. ¡Soy sorora, mas no apoyo a la opresora, la trampa no me atrapa!