Es probable que en 2024 la niñez de todo el mundo esté más expuesta a la violencia, la guerra y las dificultades económicas
A principios de cada año, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) examina los riesgos a los que probablemente se enfrentará la niñez y sugiere formas de reducir los posibles daños.
El último informe, Expectativas para la infancia 2024: Cooperación en un mundo fragmentado, describe un futuro a corto plazo caracterizado por la persistencia de los conflictos y la incertidumbre económica.
La posibilidad de conflicto se verá impulsada por la creciente competencia entre las potencias mundiales, amenazando los derechos y la vida de niñas y niños, ya que la violencia y la guerra no sólo atentan contra su mera existencia, sino que desvían recursos destinados a la educación, la atención sanitaria y la nutrición.
El estancado crecimiento económico está socavando años de progreso en cuanto a la reducción de la pobreza infantil, dificultando el acceso de la juventud a los mercados laborales mundiales. Si el comercio internacional se ve obstaculizado por la desconfianza y los aranceles del tipo ojo por ojo, diente por diente, los precios de los alimentos podrían aumentar y la nutrición infantil resultar afectada.
La forma de proteger a la niñez, según el informe, es la solidaridad económica, la colaboración entre los mercados y la inversión en las competencias del futuro.
El informe expresa su preocupación por el hecho de que un sistema multilateral fragmentado no esté consiguiendo resultados en cuestiones clave para la infancia. Esto puede limitar los esfuerzos para hacer frente a las graves violaciones de los derechos de la niñez; obstaculizar los esfuerzos para abordar riesgos mundiales, incluida la crisis climática; e inhibir la acción colectiva necesaria para prevenir y poner fin a los conflictos.
El sistema multilateral tiene la oportunidad de restablecer su rumbo en 2024 mediante una acción colectiva más enérgica, la gobernanza mundial y las reformas financieras.
Las economías en desarrollo siguen enfrentándose a desigualdades estructurales fiscales. Esto significa que los recursos, las oportunidades y el poder no se distribuyen equitativamente, lo que limita la capacidad de un país para invertir en la infancia. Como resultado, muchos ciudadanos dependen de las remesas para cubrir sus gastos sanitarios y educativos. Las nuevas tecnologías y reformas de los préstamos podrían ofrecer la esperanza de un futuro más igualitario.
La conclusión a la que llegan los autores del informe es que el mundo se enfrenta a la disyuntiva de elegir entre un futuro de fragmentación y división, o uno de colaboración y cooperación, en el que se aprovechen las oportunidades para forjar un mundo más seguro y equitativo para la niñez.
Sostienen que con la renovación del espíritu de cooperación previsto por el orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial, las reformas financieras, la responsabilidad política, la solidaridad y políticas sociales proactivas, la niñez pueden heredar una sociedad inclusiva y resistente.