Se murió Vargas Llosa, un misógino menos
Carla Arce Ramos, Filósofa / Foto: Cortesía

No es necesidad de las feministas hablar mal de los muertos, pero él nunca reparó en palabras cuando de desacreditar a los movimientos feministas se trataba, cual vil derechista y, a la manera de Hitler el señor sólo pudo entablar relaciones ¿amorosas? con mujeres de su círculo más cercano, consanguíneo y en edad mucho menores que él, en fin desde ahí lo retorcido de su proceder.

Arduo defensor del violador Pablo Neruda acusó a las feministas radicales de ser la “nueva inquisición”. Y ante la crítica feminista sobre la obra Lolita, de Nabokov, Vagas Llosa dijo que, nos limitamos a hablar de la pedofilia y el incesto, pero que olvidamos mencionar que es también una de las mejores novelas del siglo XX.

Erika Pérez nos pregunta ¿Qué nos puede decir de nosotras mismas la experiencia y la palabra de un hombre blanco, rico, heterosexual? ¿Qué somos bellas cuando callamos porque parecemos como ausentes?.

Patriarcado es que más de la mitad de las personas que habitamos la tierra somos mujeres, pero somos las que hemos sido relegadas a segundo plano en la narración de la historia y en la creación del conocimiento.

La desigualdad también se refleja en nuestros libreros, en las librerías, en las bibliotecas públicas que actúan como refugios del saber, en los programas de cursos escolares que educan a las nuevas generaciones y en un sinfín de ámbitos que abarcan desde la educación hasta la cultura. Este fenómeno no se limita únicamente a la literatura, sino que se extiende de manera alarmante a la ciencia, el arte, la religión y en todas las áreas del conocimiento humano.

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La falta de visibilidad de las MUJERES no solo afecta a las mujeres, sino que también empobrece la diversidad de perspectivas que son esenciales para un desarrollo integral de la sociedad. Esta realidad plantea interrogantes sobre la representación y la equidad en el acceso a las ideas y las obras que moldean nuestra comprensión del mundo.

Cuando leemos únicamente obras escritas por hombres, nos privamos de una rica variedad de perspectivas que pueden ofrecer otras formas de ver y entender tanto el mundo que nos rodea como a nosotras mismas. Esta limitación no solo afecta nuestra comprensión, sino que también perpetúa, la desigualdad de género que ha sido una constante a lo largo de la historia.

Como afirma la filósofa Donna Haraway, el conocimiento se construye a partir de la experiencia situada y corporal, lo que implica que nuestra comprensión del mundo está profundamente influenciada por nuestras vivencias personales y contextuales. En este sentido, hemos aprendido a ver y entender el mundo a través de la experiencia masculina, que ha dominado muchas narrativas y perspectivas a lo largo de la historia. Esto ha llevado a una visión del mundo que a menudo excluye o minimiza otras experiencias y voces.

Históricamente, han sido los hombres quienes han dominado el espacio público, quienes han tenido la voz y el poder de articular la explicación predominante del mundo en el que vivimos.

Para mí, el acto de leer a mujeres se convierte en una forma significativa de lucha feminista, ya que implica la recuperación de ese poder que se ha visto relegado. Al elegir obras de autoras, estamos accediendo a un universo literario que nos permite entrar al mundo desde otros lugares, desde otras experiencias y vivencias que enriquecen nuestra comprensión. La lectura nos invita a sentir el cuerpo en la escritura, a conectar con las emociones y las realidades que las mujeres han plasmado en sus obras.

Además, al leer a mujeres, no solo estamos ampliando nuestro horizonte literario, sino que también estamos apoyando la visibilidad de voces que han sido históricamente silenciadas. Cada libro, cada poema, cada ensayo escrito por una mujer es una invitación a explorar nuevas narrativas y a cuestionar las estructuras de poder que han moldeado nuestras sociedades. En este sentido, la lectura se convierte en un acto de resistencia, donde cada página leída es un paso hacia la caída del patriarcado.

Luego entonces terminamos con las palabras de una de mis escritoras favoritas autora de “Temporada de Huracanes “ Fernanda Melchor. “Ni la literatura ni el feminismo necesitan de Vargas Llosa”.