El film representó el inicio de Daniel Craig en el papel
A punto de estrenarse la nueva entrega del agente secreto más famoso del mundo, “No Time to Die”, y la que será la última vez en la que Daniel Craig se meta en la piel de 007, también queremos recordar que se cumplen 15 años del lanzamiento de “Casino Royale”, que revolucionó la franquicia y representó el estreno del actor inglés en este rol.
Pongámonos en situación: Pierce Brosnan había acabado su ciclo como James Bond con “Die Another Day” en 2002 y, aunque la audiencia le había aprobado como intérprete del agente, sus films cada vez atraían menos y la crítica empezaba a ensañarse con las producciones de la saga. Brosnan le había dado un toque de sofisticación al personaje y, en ocasiones, una pizca de humor y autoparodia. Pero la edad comenzaba a hacerle mella de cara a rodar algunas escenas propias del género y tocaba que los productores se centraran en la polémica labor de encontrar un sustituto.
La elección dejó un tanto fríos a los fanáticos de la franquicia, el elegido iba a ser un casi desconocido Bond rubio: Daniel Craig. Craig tendría que interpretar a Bond en una de sus primeras misiones, concretamente la primera tras obtener su credencial de doble cero, agente con licencia para matar, en la adaptación de “Casino Royale”, la novela de Ian Fleming. Como curiosidad, apuntaremos que en los años 60 ya se hizo una adaptación protagonizada por David Niven, Peter Sellers y Woody Allen, pero su tono era absolutamente paródico y alejado de lo que estamos a ver en esta saga.
Las dudas sobre Craig se disiparon tras el estreno. Había nacido un nuevo Bond de pleno derecho: más apasionado, más físico; ni rastro del cinismo de Brosnan, esta vez nos recordaba un poco más a Timothy Dalton y al 007 que tenía en mente Fleming. Además, la trama estaba realizada de forma excelente y ayudaba a presentar al nuevo protagonista, haciendo énfasis en su carácter y compromiso con sus obligaciones. Las incorporaciones de Mads Mikkelsen y Eva Green todavía ayudaron más a que el recibimiento de la película fuera excelente, tanto en la crítica como en la taquilla.
La escena clímax de la película tiene lugar en el casino y es donde Bond debe conseguir la derrota de Le Chiffre durante una partida de cartas para alcanzar su fin último y poder manejarlo. La película se toma ciertas libertades, ya que el juego predilecto del agente secreto en las novelas y algunas películas es el Baccarat, pero los realizadores pensaron que se adaptaba mejor a estos tiempos un juego más actual. Por ello, eligieron el Texas Hold’em, una versión muy popular del poker que tiene algunas variedades con reglas específicas que se pueden encontrar hoy día tanto en plataformas online como en los tradicionales casinos físicos.
Pese al mal inicio de la partida y algunos inconvenientes que forman parte de la trama, 007 consigue reunir una escalera de color en una pugna directa con su némesis, lo que no sentará muy bien a Le Chiffre y dará lugar a posteriores acontecimientos que forjarán el carácter de Bond de cara a las próximas entregas, especialmente por el papel de Vesper Lynd (Eva Green) en los giros argumentales. Su temperamento distaba mucho del refinado Roger Moore y de la parsimonia de Sean Connery, pero no iba renunciar a ciertas dosis de cinismo instauradas por sus predecesores.
Tal fue el éxito de la película que algunos la consideraron como la mejor de la franquicia o, por lo menos, la mejor de la época moderna. Su recaudación disparó y se calcula que superó los 600 millones de dólares, además de crear una gran expectación de cara a las siguientes entregas de la saga. No podemos dejar de alabar el trabajo del director Martin Campbell, que ya había tomado los mandos de una producción Bond anteriormente, con “GoldenEye” (1995), casualmente también en un estreno como 007, el de Brosnan.
De una forma u otra, había nacido una leyenda, y los títulos posteriores (tal vez a excepción de “Quantum of Solace”), no hicieron más que agrandarla. Ahora nos toca despedir a Craig e intentar averiguar quién será el sustituto; aunque hay que decir que no lo tendrá nada fácil.
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