La transición de terciopelo fue un espejismo. Los puentes entre el sector privado y el presidente electo están minados. No sólo es la cancelación de la obra de Texcoco, sino el tono que ha seguido al anuncio de Santa Lucía.
AMLO no tolera la crítica. Riesgoso en un país de criticones. El que no piense como él es un corrupto, un vendido, un camaján, un fifí, un interesado, un conspirador.
Ayer hizo una “revelación” sobre lo que considera los verdaderos motivos del “ruido”, la “bulla” el “escándalo” alrededor de la consulta sobre el aeropuerto.
“El interés de fondo eran los terrenos del actual AICM. Llegué a ver el proyecto. Tenían pensado hacer una especie de Santa Fe en el predio que actualmente ocupa el aeropuerto”.
En otras palabras, es puro interés. Negocios al amparo del poder político que se harán durante su gobierno, sostiene.
No concibe que la inconformidad pueda venir por los más de 100 mil millones de pesos —el senador panista Damián Zepeda los calcula en 200 mil, basado en cálculos del BBVA Bancomer— que se tiran a la basura con la cancelación de la obra de Texcoco.
Con ese dinero se pueden construir 300 mil viviendas para los damnificados del sismo. Es el equivalente a 500 hospitales generales regionales. Pero también a 636 escuelas nacionales de estudios superiores.
Es el doble del presupuesto de la Secretaría de Salud o de Desarrollo Social, y casi cinco veces el de la UNAM, según el panista.
AMLO tampoco concibe que las protestas sean un reflejo de la preocupación que produce la baja de la Bolsa Mexicana de Valores, el desliz del peso, la pérdida de confianza de los inversionistas o los 450 mil empleos que dejarán de crearse.
Tampoco que sea una reacción a una consulta sesgada, organizada y financiada por un partido que arbitrariamente redactó las preguntas, decidió la ubicación de las casillas, convocó a los “voluntarios” y en las que participó menos del 2% del padrón.
“No voy a ser el florero, no estoy de adorno, yo traigo un mandato de los mexicanos, quieren que se acabe, que se destierre la corrupción y la impunidad. Me canso ganso. Vamos a acabar con la corrupción”, afirmó AMLO.
¡Ah, pero eso sí! Ya instruyó a Alfonso Romo, próximo jefe de la Oficina de la Presidencia de las República, para que se forme una comisión que negocie y restaure la confianza de empresarios e inversionistas.
El enojo de los patrones quedó plasmado en un tuit que escribió Gustavo de Hoyos, el mero mero de la Coparmex, que deja mal parado al Presidente electo:
“En @Coparmex @lopezobrador_ afirmó estar a favor de concluir el nuevo Aeropuerto de Texcoco, construido y operado con fondos privados. ¿Nos mintió?”
- El debate en el Senado estuvo dominado precisamente por el tema del aeropuerto. Hubo de todo. Gritos, descalificaciones, burlas, pancartas. No faltaron los merolicos. Un microejemplo de la polarización que vivimos.
Uno que se vio patético es el senador “moreno” Germán Martínez, expresidente del PAN, otrora calderonista de hueso colorado. Inició y cerró su discurso con una consigna que a menudo escuchamos en las manifestaciones callejeras. “¡Es un honor estar con Obrador!”
Este hombre, quien fue el primer gerente que tuvo el PAN cuando Felipe lo hizo presidente del partido por dedazo, se aventó la gran puntada:
“No más gerentes en la presidencia de la República. Yo quería un presidente y estoy orgulloso del presidente que prima lo político, que prima a los de abajo, que prima la honestidad, que prima la austeridad, eso es lo que está debajo del aeropuerto que ustedes quieren defender”, les dijo a sus excorreligionarios.
Y más: “Eso es lo que derribamos ayer y antier con una consulta preguntándole a un millón de mexicanos…”.
¡Ah, qué Germancito!
- El senador del PAN Gustavo Madero, otro expresidente de ese partido, le dio un giro al debate. Usó el tono adecuado. No hizo reproches ni descalificaciones. Logró que los senadores, incluidos los de Morena, lo escucharan.
“Quiero proponer —dijo— que hagamos un ejercicio de reencontrarnos. Reconozco que en este Senado habemos personas con distinta manera de pensar, pero que todos queremos lo mejor para nuestro país.
“Apelo a ese espíritu para reconocernos y reencontrarnos, reconocer que hay luchadores sociales auténticos que quieren cambiar este país, reconocer que el primero de julio fue un mensaje muy poderoso de la gente que está insatisfecha y que quiere un mejor México”.
Otro que logró mantener en silencio al pleno es el perredista Juan Zepeda, originario de Neza. Él sí conoce el área. Es su rumbo. Lamentó la cancelación de la obra por el número de empleos que van a perderse.
- El descontento también ya se hizo presente en una parte de la llamada sociedad civil. Recibimos un WhatsApp de la activista Laura Herrejón, promotora de Iluminemos México, para convocar a una manifestación por la institucionalidad y el Estado de derecho.
La consigna es “Si al aeropuerto de Texcoco”.
La cita es el 11 de noviembre a las 11 de la mañana, en el Ángel, para caminar hacia el Zócalo.
Pide que los que asistan vayan de negro “porque estamos de luto”; y con cacerolas “porque somos ciudadanos de la sociedad silenciosa que ya despertó…”.
Simultáneamente, nos llegó la carta de Mari Carmen Galaz Aroca, quien se presenta como “ama de casa”. Va dirigida a empresarios, políticos, periodistas que no están de acuerdo con la “absurda e inconstitucional” consulta organizada por Morena.
“Si tan indignados estamos, creo que debemos hacer que nuestra voz se escuche y nuestro descontento se evidencie. Organizar una manifestación pondría de manifiesto que somos muchos más los que estamos a favor de que se continúe la construcción en el lago de Texcoco”, asevera.
Y eso que todavía no empezamos.
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