Morelia, Michoacán.- ¡Crucifícalo, crucifícalo, crucifícalo! Exclaman los hombres que representan el Viacrucis; no son tipos ordinarios, son 120 presos del penal David Franco Rodríguez, que por más de dos meses ensayaron para presentar lo que también conocen como “tres caídas”.
Fue en un patio grande donde ya esperaban algunos internos, solamente los que comulgan con la religión católica para presenciar la representación de la Pasión de Cristo. Bebés, niños, mujeres y hombres estos dos últimos grupos ataviados con ropa color café claro, están bajo el rayo directo del sol, pero no hace que quieran retirarse.
Por un pasillo uno de los presos pregunta: ¿ya viene Jesús? Y de un salón sale el reo que personificó a Cristo. Trae una túnica blanca y un velo color rojo. Inicia el oficio y todos ponen atención. Llaman la atención tres mujeres con sus respectivos bebés todos menores de un año, uno incluso, casi recién nacido.
Ellas, se acomodan bajo la sombra de un árbol, las mujeres que las custodian se los permiten. Alrededor del patio están el resto que por cometer uno o más errores graves, terminaron en la cárcel. Casi todos de pie pero atentos a la representación que como es tradición, inició con el lavatorio de pies y la institución de la Eucaristía en la conocida Última Cena.
Para representar el camino de Jesús al Gólgota, se abren las rejas que guardan el patio y se inicia una procesión, el preso que representa a Cristo se mete en su papel, se deja golpear, pisotear y humillar. En cierto momento se alcanza a ver llanto en su rostro. Cae una, dos y tres veces.
La procesión continúa en el área de máxima seguridad, se abren paso y los presos que ya estaban ahí buscan la sombra que da una de las palapas donde reciben las visitas, no siguen el recorrido a pie, únicamente con la vista. Un hombre ya mayor se sienta en el pasto, y observa.
Jesús fue crucificado y todos guardan silencio, únicamente se interrumpe con los gritos de quienes representan a los soldados que llevaron al hombre a la muerte. Levantan la cruz y pronuncia la serie de oraciones en las que pide agua, a su madre le ofrece un hijo y a su discípulo, una madre. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Y deja caer la cabeza, la autoridad religiosa que dirigió el Viacrucis pide que se pongan de rodillas, pero casi nadie lo hace, únicamente aquellos que participan en la representación. Pasan algunos minutos y bajan el cuerpo, ensangrentado, golpeado y cortado por un costado. Lo envuelven con una manta y lo llevan adentro para iniciar con los oficios del Viernes Santo.
No hubo oportunidad de hablar con quien representó a Cristo, no se conoce su nombre, pero como los demás, está purgando una condena en el penal de Mil Cumbres, su rostro siempre fue inexpresivo y en momentos, se reflejaba el dolor que sentía. Pocas familias asistieron a acompañar a sus familiares, hay algunos niños que más allá de la representación, están contentos de ver a su padre.