Por: Marx Aguirre Ochoa
Los pueblos, las sociedades, no pueden olvidarse de su historia, tanto por los riesgos de repetir los mismos errores, como por lo que poseen de identidad y sostén espiritual de esas mismas sociedades, para orientar y construir la historia que sigue. Sobre el pasado no hay posibilidad alguna de modificación, más que el aprendizaje para construir lo nuevo que está por venir.
De ahí que aplaudo con grandes expectativas la creación del Consejo de Memoria Histórica y Cultural de México, por el próximo Gobierno de la República, proyecto que por una parte busca concentrar en un sitio web los acervos históricos del país, incluida la tradición oral de los pueblos originarios, la música y la gastronomía, así como el rescate y la promoción de la memoria histórica latente en las denominaciones de las calles, inmuebles y monumentos, celebraciones cívicas, timbres postales, entre otros cosas. Esta plataforma pretende ser una ventana al internet abierta a todos los mexicanos, donde se promueva su consulta y difusión publica. Enhorabuena¡
Es así, que, rescatando algo de la historia de nuestro país, el próximo 6 de diciembre, habrán de cumplirse 103 años de la entrada triunfal a la Ciudad de México, de los ejércitos revolucionarios de Francisco Villa por el norte y de Emiliano Zapata por el sur. Importante suceso histórico de la Revolución Méxicana pero poco conocido, que llevo a la “Via Campesina”, en nuestro país.
Con la toma de la Capital, en los hechos, el poder estaba en manos de los campesinos. Sin embargo, escribió Adolfo Gillly en su obra “La Revolución Interrumpida”, “Ejercer el poder exige un programa. Al aplicar un programa demanda una política. Llevar una política requiere un partido. Ninguna de estas cosas tenían los campesinos, ni podían tenerlas.” En consecuencia, los campesinos sólo tuvieron en ”custodia” el poder que entregaron al Presidente nombrado por la Convención de Aguascalientes celebrada dos meses antes.
La ley de 6 enero de 1915, consumó el triunfó de la estrategia para modernizar al latifundio y otorgar carácter transitorio a la propiedad ejidal y comunal, puesto que debían dividirse para la creación de la propiedad privada plena. La “vía campesina” había sido derrotada.
¿Pero cómo ha sido la historia?, el latifundio tradicional fue liquidado y hoy en su lugar, fueron surgiendo empresas agropecuarias y forestales, modernas en su organización, tecnología y rentabilidad, hasta culminar con los grandes negocios vinculados a los mercados internacionales, los agronegocios controlados por inversionistas extranjeros.
En tanto los pequeños productores, en su condición de ejidatarios y comuneros, inevitablemente fueron condenados a la producción de subsistencia y al abastecimiento de mano de obra para los otros sectores de la economía y la demanda de los negocios agroexportadores.
Los ejidatarios pudieron legalmente vender sus parcelas e impulsar nuevos procesos de concentración de la propiedad agraria, compartir el trabajo sobre la tierra con la práctica de distintos oficios, volverse jornaleros y migrantes a los centros urbanos y el extranjero, despojándose a la vez de todo entusiasmo en la construcción de una realidad diferente.
La derrota de la “vía campesina” produjo en lugar de igualdad mayor desigualdad, en lugar de prosperidad mayor pobreza y en lugar de esperanza resignación. La globalización ha reforzado las tendencias internas, haciendo crecer la dependencia alimentaria y el desaliento de los pequeños productores, forzados a una competencia para la que carecen de capacidad de respuesta. Y no obstante, un modelo diferente, poseen el mayor potencial productivo conforme a las necesidades nacionales.
Lo que se es en el presente, es el resultado del pasado y es el presente el que aporta los elementos para definir los pasos hacia adelante, A mas de cien años de la toma de la Capital del país por las fuerzas revolucionarias del zapatismo y el villismo, aparece con claridad cómo se hace la historia, sus protagonistas, las luchas y los vencedores y vencidos, para destacar simplemente, lo que pudo ser y no fue¡
Si sabemos de dónde venimos y quienes somos, sabremos sin duda alguna, qué camino tomar al momento de hacer la decisión del rumbo que queremos para nuestro porvenir. Necesitamos políticos y dirigentes que tomen la responsabilidad del país no la de sus intereses con verdadero compromiso social, con conciencia social y humana, que trasciende entre muchas otros requisitos, mas allá de conocer la historia, promoverla y fortalecer la nueva ciudadanía con ética y principios nacionalistas.