Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Concluye otro periodo de gobierno, uno que logró lo que parecía impensable: hacer un papel aún peor al que había hecho su predecesor inmediato. Desafortunadamente, la crítica no puede ir sólo dirigida a la cabeza del ejecutivo estatal, está situación dice mucho sobre nuestra calidad de ciudadanos y nuestra capacidad de tolerar lo intolerable.
Tras seis años de un pésimo gobierno, frívolo, corrupto y sobre todo moroso para con sus trabajadores, tal vez el día de hoy signifique un respiro para la mayoría de los michoacanos, más aún para aquellos que han sufrido en carne propia la falta de pagos, así como los abusos de quienes en un puesto de gobierno actúan cual monarcas sin límites a sus caprichos.
Pero antes que cantar victoria vale la pena analizar, cómo fue que permitimos, como ciudadanos, que llegáramos a este punto. A pesar de la gran fuerza de un sindicato como el de los trabajadores de la educación, que en Michoacán ha logrado someter en más de una ocasión a los titulares del ramo, Silvano Aureoles logró salir impune tras constantes retrasos en el pago de nómina.
Desde luego es comprensible, que en al actual contexto de pandemia, las acciones colectivas se vean seriamente mermadas, pero la resiliencia (en el peor sentido de la palabra) mostrada por los actores sociales organizados y desorganizados es simplemente aterradora.
Esto deja un pésimo precedente para la siguiente administración, que, si bien puede ser de un nuevo color, carga con muchos de los viejos cuadros tanto del Sol Azteca, como algunos reciclados hasta del más rancio priismo, los nombres de personajes que han estelarizado la arena política de las últimas dos décadas vuelven a surgir, a pesar de una deplorable labor.
Seguramente en las próximas semanas varios de los actores sociales organizados empezarán a mostrar su músculo para medir al nuevo gobierno y este responderá al estilo de siempre, o envalentonado por la bendición del presidente de la República, tal vez opte por querer mostrar una fuerza hegemónica y no doblegable tan fácilmente.
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Como sea, es muy probable que todo cambie para que las cosas sigan igual. Al frente del ejecutivo estará un perfil joven, uno que ya ha formado parte de los gobiernos anteriores, pero nunca en una posición de gran relevancia. Esto puede jugar tanto a su favor como en contra, y sólo resta esperar que la vocación de verdadero cambio sea la que impere.
Aunque ver al nuevo gobierno rodeado de tantos viejos secuaces de políticos que ya han hecho mucho daño a la entidad, reduce dramáticamente las esperanzas. A ello hay que sumar el desfalco que llevó a cabo el gobierno saliente que seguramente obligará a profundizar la denominada austeridad republicana y generará más de un malestar.
Que la memoria sea terca para recordar qué personajes fueron los aliados de Silvano Aureoles y demás defraudadores de la cosa pública en Michoacán y que no se permita que vuelvan a poner sus manos en el patrimonio de todas y todos los michoacanos.
Más que esperar o desear, es fundamental que como sociedad sepamos reclamar en este nuevo gobierno lo que es nuestro por derecho y no volver a tolerar el claro uso inapropiado de lo público, que el bien privado no vuelva a estar por encima del común.