Uruapan, Michoacán.- Estar en el Parque Nacional Lic. Eduardo Ruiz es todo un deleite. Los colores saturan la vista de los paseantes, la frescura y la humedad se impregnan en el olfato y beber del agua que brota directamente de las filtraciones exalta los sentidos. Pero quizá lo más sorprendente sea el sonido que produce el golpeteo del agua de las fuentes, así como el roce del líquido al chocar contra las rocas que se encuentran en el cauce del río, al grado que pareciera que éste cantara en una sinfonía interminable.
Considerada desde la antigüedad como uno de los lugares más hermosos de Michoacán, la ciudad de Uruapan ha sido sitio de descanso para emperadores purépechas y para diversas personalidades culturales y políticas que forman parte de la historia de México.
El origen de lo que actualmente es el parque es muy remoto. Podría decirse que la historia reciente arranca a partir de que el señor Toribio Ruiz adquiere la propiedad (que originalmente fue mucho más grande), legando las tierras a su hijo, el licenciado Eduardo Ruiz, quien posteriormente cedió los derechos de la propiedad a su hija Josefina, motivo por el que a la finca se le llegó a conocer como “La Quinta Josefina”.
A finales de la década de 1930, las señoras Josefina Ruiz y Dolores Murgía ponen en venta sus propiedades, compra que autorizó para la nación el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas. El 2 de noviembre de 1938 se le otorga el nombre oficial de Parque Nacional Lic. Eduardo Ruiz. Posteriormente, durante la gestión del general Cárdenas como vocal en la comisión del río Tepalcatepec, ordenó la construcción de caminos, fuentes y comedores dentro de las áreas comunes para esparcimiento de los visitantes. Aunque la superficie del parque fue muy grande, la explosión demográfica y el florecimiento de colonias aledañas redujo su superficie a 19 hectáreas.
El río que canta
Paradójicamente, para poder comprender mejor la distribución del parque, es conveniente ir a lo que podría considerarse el final del recorrido, es decir, al manantial de la Rodilla del Diablo. Las aguas que emanan de las entrañas de las tierras del parque nacional dan origen al río Cupatitzio, cuya etimología, según algunos investigadores, es purépecha y significa, zambullirse en el agua. Pero para la mayoría de las personas es el “río que canta”.
Hoy en día, el agua continúa emergiendo de las entrañas de la tierra (aunque no en la misma cantidad), formando una fosa de varios metros de diámetro con poca profundidad y aguas cristalinas. El manantial se encuentra enmarcado por una gran variedad de plantas y flores de llamativos colores, lo que incrementa la belleza del lugar.
La corriente del Cupatitzio continúa su cauce en declive, metros adelante la figura erguida de El Gólgota, puente de madera con techo, cruza de una a otra las márgenes del río. Siguiendo su curso, el “río que canta” es acompañado en su sinfonía por una gran cantidad de escurrimientos de agua, formados por una serie de pequeñas caídas llamadas la Yerba Buena, habiendo también un puente homónimo sobre el cauce mayor del río.
Conforme la corriente recorre su lecho, otra gran cantidad de fuentes y puentes se imponen a la vista de los paseantes, quienes admirados por la belleza del lugar suman a su asombro los fascinantes nombres purépechas con que han sido bautizadas las fuentes: Julhiata (El Sol); Teshkukua (Arco iris); Nana Kutzi (La Luna); Janikua Tzitziki (Flor de Lluvia), además de otras fuentes con nombres más comunes (El tornillo, Los Espejos, etc.) pero no menos espectaculares. En el caso de los puentes, los nombres más que regionales son románticos, lo mismo están el puente llamado del recuerdo, que el de los enamorados o el de los recién casados.
Sobresale por su forma la fuente Cola de Pavorreal, que aunque podría considerarse la más pequeña, su salto de agua asemeja verdaderamente el abanico que forma la cola de esta ave. Otra de las caídas espectaculares es la conocida como Velo de Novia, la cual es una cascada muy solicitada como fondo para la tradicional foto de las parejas, quienes buscan preservar una imagen de su estancia en este paraíso.
Dentro del curso principal de la corriente del Cupatitzio hay varias caídas naturales que han sido bautizadas también con diferentes nombres, que combinados con la fuerza del caudal de agua y la sucesión de la pendiente, forman un espectáculo único e inolvidable, digno de conservarse en una imagen. Así pues, lo mismo están las caídas conocidas como el Columpio del Diablo, El Pescadito, Baño Azul y las Corrientes de Eréndira, entre otras.
Dentro del parque hay una fuente con pequeñas cascadas, pero que en conjunto son un concierto para los sentidos. Esta estructura se encuentra rematada en la parte superior por un mural conocido como MAPECO, nombre derivado de las primeras sílabas del nombre del insigne pintor michoacano Manuel Pérez Coronado, encargado de la elaboración de esta obra, en la cual se encuentra plasmada la historia de Uruapan.
En la actualidad, el Parque Nacional Lic. Eduardo Ruiz cuenta con todos los servicios necesarios para los visitantes. Dispone desde un criadero de peces hasta expendios de alimentos en lugares fijos dentro de la ruta tradicional del recorrido, además de otra entrada junto a la Rodilla del Diablo.
El cedazo Tarasco
Después de que las aguas del “río que canta” se pierden en los límites del parque, éstas siguen su curso hacia la Tierra Caliente michoacana. Aproximadamente a 10 km del manantial, enclavado en una pronunciada pendiente, se encuentra la espectacular cascada Tzararácua (cedazo en tarasco), con una altura de casi 60 m, la cual emerge de entre las rocas y la vegetación. Otros escurrimientos forman cascadas mucho menos caudalosas pero de gran vistosidad.
Llegar a la base de la cascada es otra aventura, el descenso a pie es el más socorrido; sin embargo, subir caminando los varios centenares de escalones empinados requiere una buena condición física. Otra manera sería bajar a caballo, ya que también se alquilan estos equinos para realizar el recorrido y donde las emociones fuertes están a la orden del día.
Aunque la mano del hombre ha sido promotora del deterioro ambiental, también otras son conscientes y buscan proteger el patrimonio de las generaciones futuras. La amenaza de entubar el cauce del parque nacional ha desaparecido momentáneamente, permitiendo que el cauce continúe su larga ruta tierra abajo, convirtiéndose en un gran afluente de la presa El Infiernillo y del río Balsas, para posteriormente desembocar en las costas del Pacífico mexicano, entre los límites de los estados de Guerrero y Michoacán.