Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Evaluado como el tercer peor gobernador de México, Alfredo Ramírez Bedolla llega a sus primeros doce meses de gobierno, se podría decir sin pena ni gloria, pero los datos dicen que en realidad si llega con mucha pena y poca gloria. Siendo el tema de la violencia, más que anécdota es una tragedia que se intenta camuflar solamente con declaraciones.
A pesar de que Ramírez Bedolla ha jugado muy bien el papel de monaguillo de López Obrador, saliendo a defender cada una de las posturas del presidente, y que ha procurado copiar todos sus modelos de comunicación y presencia en medios, la triste realidad es que no ha logrado hacerse de un poco del carisma del amado líder.
Contrario a eso, el bateador emergente convertido en gobernador cuenta apenas con una aprobación de 38.4 por ciento, el tercer peor calificado de México, siendo sus correligionarios morenistas David Monreal de Zacatecas (29.4) y Miguel Barbosa de Puebla (37.3), quienes le han amortiguado su caída libre al fondo de la popularidad.
Y aunque el gobernador y todos sus compañeros morenistas -al menos los que tienen puesto, y no en el mercado- insisten en asegurar que las condiciones de la entidad han mejorado y nuestros sentidos nos engañan, la opinión de la mayoría es que no hay mucho que celebrar después de estos doce meses.
Tampoco es que se generaran muchas esperanzas de parte de un gobierno plagado de los viejos cuadros priístas y perredistas de siempre, incluidos los que alcanzaron a brincar del barco silvanista justo a tiempo para no ser considerados traidores a la patria chica.
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La violencia recurrente
Lamentablemente para la entidad, desde los primeros meses de 2022 Michoacán ya figuraba como uno de los estados más sangrientos. Entre enero y febrero de este año en la entidad fueron asesinadas 490 personas, 81 de los cuales sucedieron solamente en la capital. Michoacán en ese momento representaba el diez por ciento de los asesinatos que se cometían en todo el país.
Desde luego la violencia en Michoacán y en México no son temas de hoy, ni que sean únicamente responsabilidad de los actuales gobernantes, es un problema estructural que desde 2006 se ha ido agravando, pero lo que tanto el presidente como el gobernador deben reconocer es que ambos sabían a lo que se enfrentarían y aún así insistieron, sobre todo el presidente, en hacerse cargo.
Hoy, aunque les moleste que las estadísticas se les echen en cara, debieron haber tenido un plan de acción para atacar uno de los principales problemas que aquejan y quitan el sueño a los michoacanos en particular y a los mexicanos en general. Asegurar que la respuesta es la misma que ofrecieron aquellos a quienes antes criticaron tanto, simplemente aparece como una impostura.
Si las estadísticas demuestran que la presencia del ejército en las calles, haciendo labores que deberían de hacer las policías, solamente sirvió para catapultar la violencia y los asesinatos, por qué insistir en mantener esa misma línea de acción. Por qué no haber planteado efectivamente una propuesta alternativa desde sus respectivas campañas.
Tanto el actual gobierno como sus detractores -que solían estar a cargo de la administración-, se llenan de ataques que los hacen quedar como farsantes. Al grueso de la población sólo le queda ser espectadora, algunos como porristas, y encomendarse al santo de mayor confianza esperando no ser un número más de la estadística.
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