Realidades, mitos y leyendas surgen cada vez que se habla de la historia de México, esto se debe en parte a la adaptación oficial que a lo largo de los años ha desarrollado el estado mexicano para legitimar al régimen y gobierno. Aún con la transición democrática del año 2000, muchas cosas del antiguo régimen priista quedaron intactas, entre ellas el oficialismo histórico.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) siempre quiso justificar su existencia y para ello trató de legitimarse haciendo uso propagandístico de la revolución mexicana, señalando que ésta había sido la respuesta a la falta de democracia y derechos sociales que fueron suprimidos en el porfiriato, y claro, la mejor forma de legitimar la revolución fue atacando el régimen del general Porfirio Díaz Mori, convirtiéndolo en el villano favorito del priismo.
Pero ¿Qué significó realmente el porfiriato para el país? El porfiriato fue más que una simple dictadura fue una etapa que marcó la transición de México hacia la modernidad y hacia la industria y sobre todo fue el fin del modelo económico colonial que la nación venía arrastrando desde su independencia.
La historia oficial prácticamente indica que Porfirio fue un traidor a los ideales juaristas de la democracia y la libertad al momento de convertirse en dictador, sin embargo la historia real indica que Juárez prácticamente gobernó la mayoría de sus mandatos con poderes excepcionales incluso se considera que realizó un fraude electoral la única vez que fue electo por voto popular (1870), además el modelo económico de Porfirio Díaz sería una copia potencializada del modelo liberal juarista, donde se incentivaba al fortalecimiento de las haciendas y también a que el estado debía poner en producción todas las tierras que tuvieran las posibilidades de ello; la ley que uso Díaz para despojar de sus tierras a la iglesia y a las comunidades indígenas fue exactamente la misma que aprobó Benito Juárez.
La cuestión de la falta de democracia en el régimen de Díaz es cierta, pero la historia oficial nunca ha intentado explicar el porqué de ello, Díaz adoptó un cierto tipo de mentalidad al observar la inestabilidad social que le toco vivir en su juventud, desde la invasión estadounidense hasta el gobierno de Lerdo de Tejada, lo cual lo llevó a creer que el país solo podría progresar con un gobierno fuerte que dejara de lado la grilla política y se concentrara más bien en ser gestor de la nación para garantizar estabilidad y modernidad, o como se conoce popularmente, orden y progreso; el slogan de su gobierno fue “poca política, mucha administración”. Lo anterior se vio reflejado en la instalación de fábricas industriales y una red ferroviaria que hasta hoy en día se continúa utilizando, así como también una enorme expansión de parte de las haciendas y el surgimiento del suministro de electricidad en las principales ciudades de México, también se modernizo completamente el equipamiento del ejército nacional y México logró alcanzar un cierto reconocimiento internacional gracias ello.
Otro conocido argumento que se utiliza normalmente para denostar el gobierno de Díaz es la cuestión de los grandes beneficios que gozaban los empresarios estadounidenses en México; sin embargo, realmente Díaz no gustaba de EUA, incluso su modelo de exportación de materias y manufacturas tuvo como idea central diversificar los aliados comerciales de México, es decir reducir la influencia económica que tenían los EUA con México, es con el porfiriato cuando se establecen relaciones comerciales con China, Japón, Alemania, Francia, entre otras naciones, lo que causaría desagrado al gobierno estadounidense, también fue en el gobierno de Díaz donde el peso mexicano llegó a valer más que el dólar estadounidense de la época y se trató sobre todo de generar una fuerte industria nacional.
Sobre el aspecto social, ciertamente la población en general sí vivía en precarias condiciones, únicamente la clase acomodada, que era minoría, gozaba directamente de los beneficios del régimen; es cierto que efectivamente muchos campesinos e indígenas fueron expulsados de sus tierras para que éstas fueran utilizadas por los hacendados, también es real que la situación laboral era terrible en la mayoría de las haciendas y las fábricas y que efectivamente en múltiples ocasiones se hizo uso de la violencia para reprimir protestas causadas por esa misma precariedad, tal como fueron los casos de Cananea, Río Blanco, la rebelión Yaqui y la rebelión Tomochi, y aunque sin duda esas fueron manchas oscuras en el régimen de Díaz, aquellas precariedades sociales no eran exclusivas de México, la mayoría de las naciones del mundo vivían en condiciones semejantes.
Quizá el principal error de Porfirio no fue tanto el hecho de perpetuarse en el poder, sino más bien fue el no hacer concesiones paulatinas relacionadas con los derechos sociales, particularmente con los derechos laborales, tal como lo hicieron los gobiernos de EUA, Alemania, Inglaterra o Francia, precisamente esta situación seria uno de los principales detonantes de la revolución mexicana.
Al final, Porfirio Díaz aceptó su derrota ante las fuerzas revolucionarias y accedió a dejar el poder y exiliarse en Francia, creyendo que así evitaría un mayor derramamiento de sangre. Posteriormente los jefes revolucionarios de la fracción sonorense (De la Huerta, Obregón y Calles) comenzarían un proceso político-social para terminar de enterrar el régimen porfiriano.
Hasta la fecha los restos de don Porfirio Díaz están aún en Francia sin que ningún gobierno haya tenido la voluntad de traerlos de vuelta a su país natal.
Es ahora cuando la sociedad y el gobierno de México deben comenzar a reflexionar que la historia entiende más allá de héroes y tiranos, y que finalmente son los ideales y las acciones las que terminarán por convertirse en legado, independientemente de quien las realice.