Mario Teodoro Ramírez
(Profesor Emérito de la UMSNH)
Como siempre, en épocas de elecciones aparecen quienes llaman a no votar. Hay quienes deciden no votar y están en su derecho, pero esto es distinto de llamar a no votar. Están mal sobre todo quienes lo hacen solo con el propósito de desmotivar la participación ciudadana, ralentizar la política y cuestionar el valor y la efectividad de la democracia. Pero no podemos cambiar las cosas si no actuamos, si no ejercemos siquiera el mínimo acto que es el de votar. Uno de los valores de la democracia es que nos muestra, a veces descarnadamente, el país real que tenemos, los ciudadanos reales que habitan la misma geografía que nosotros, más allá de nuestro pequeño círculo social y nuestros auto-alabados anhelos o ideales. En todo caso, la democracia nos muestra palpablemente el camino que tendríamos que recorrer para ir del país que tenemos al país que queremos, del país real al país ideal. Debemos empezar a actuar y retomar el camino cuantas veces sea necesario. “Aquí nos tocó vivir”, reza el título de una famosa columna. Y la semillita canta: “ahí adonde el viento me llevó, ahí debo florecer”…
Hoy la democracia en México es cada vez más real, y por eso vemos más sus imperfecciones, sus defectos. Preferible, sin embargo, esta democracia en algunos momentos “salvaje” que la democracia amañada, manipulada y al fin falsa de la época del prianato y del prianato extendido llamado prianismo. Uno de los avances del momento actual es que nos permite cuestionar el gusto de los mexicanos desde siempre por las máscaras, por la simulación y la doblez: no te preocupes por serlo sino solo por parecerlo, era el consejo preferido de muchos. En el desorden y la confusión más general tenemos sin embargo la oportunidad de hacer una experiencia de la verdad, de la verdad de lo que somos realmente y la verdad de lo que podemos y debemos buscar ser. Es un gran avance, sin duda.
Hoy se nos llama a votar, y las opciones que hay son todas cuestionables. Ciertamente, debemos votar por “la menos peor”. Quien solo votaría si puede votar por la mejor opción tendría que registrarse en una comunidad de ángeles (y, ya saben, ni ahí hay garantías de que no surja un ángel terrible). Y la menos peor de nuestras opciones en esta coyuntura es morena y el gobierno de AMLO y la 4T que representa. Explico por qué.
Es verdad que existen muchos puntos cuestionables en el gobierno actual: haber convertido innecesariamente el reclamo feminista en su antagonista en lugar de en su aliado, no concretar la lucha contra la corrupción en una aplicación estricta de la legalidad, asustar al empresariado sin someterlo realmente al orden fiscal, etc. Pero debemos distinguir con claridad lo que son las opiniones o actitudes del presidente (que pueden chocarnos o parecernos inadecuadas) de las acciones reales del gobierno. El presidente no secunda abiertamente la crítica al machismo pero su gobierno mantiene el apoyo a las mujeres y el compromiso de luchar contra la impunidad de agresores sexuales; critica hasta el cansancio a periodistas de dudosa profesionalidad, pero no hay un solo acto de represión o inhibición de la libertad de expresión, por el contrario, hay un ejercicio crítico de la prensa como nunca se ha dado en el país, aun llegando a falsedades totales y al insulto; el presidente censura posturas y acciones en contra del gobierno pero no ha habido hasta ahora un solo acto de represión de movimientos sociales (“nunca más se reprimirá al pueblo”, ha dicho López Obrador). Solo baste recordar la brutal represión de los campesinos de Atenco, donde el entonces gobernador del Edomex Peña Nieto se ensayó para llegar a la presidencia y regalarnos la todavía más brutal y ominosa represión de los jóvenes de Ayotzinapa. Estos son parámetros mínimos, pero capitales para evaluar al actual gobierno. Tampoco se ha atacado a obreros y trabajadores, como sucedió en los gobiernos panistas, gustosamente anti-populares.
No me extenderé mucho en la acciones positivas del gobierno de la 4T, claramente en beneficio de las mayorías marginadas de este país, lo que explica los altos porcentajes de aprobación del presidente. Ese sector no tiene los medios ni recursos para expresar su opinión, todo lo contrario de los sectores medios y acomodados, que solo tienen voz para sus intereses y conveniencias y que, al grado del racismo y el clasismo más rancio y escandaloso, ignoran y desprecian rampantemente a aquel sector mayoritario (¿70, 80 %?, de la población). Hasta medios extranjeros se dan el lujo de aplicar ese clasismo sobre México. Pero, ¿cuántos leen The Economist en este país? Unos pocos, una élite que gusta regodearse a grados patológicos en sus espejitos pagados: hecho que por sí mismo da cuenta de por qué esa revista, y muchos otras publicaciones del mismo tipo, se equivocan.
La lucha contra la corrupción, declarada y puesta en acto con muchos límites, es otro de los aciertos del gobiernos actual y el que más enemigos le ha conseguido. Algunas cuestionan la efectividad de esa lucha porque en tal o cual oficina sigue habiendo corruptos. Es claro que la tarea de acabar con la corrupción no es solo del gobierno, pues las mentes corruptas de las últimas décadas lograron infectar en gran medida a la sociedad mexicana, y ahora todos tenemos que comprometernos en esa lucha si queremos que dé resultados efectivos. Igual en otros ámbitos problemáticos del país como la educación, el desarrollo económico, la justicia, el cuidado responsable del ambiente, la lucha contra la violencia hacia las mujeres y contra todo tipo de violencia, etc. Son tareas de todos, y de una ciudadanía activa y seriamente comprometida con lo que cree y quiere. El gobierno tiene, claro, la obligación de buscar conducir o al menos promover esa tareas.
Pero mi principal razón para votar por morena es que la opción opositora que se presenta es inaceptable, incongruente, oportunista y totalmente inviable. En realidad, es una falsa opción. Apoyarla es seguir manteniendo la miseria política y moral de México, estancar nuestra democracia. Es cierto que la democracia requiere contrapesos y pluralidad política. Pero es cierto también que el contrapeso del poder político no pueden ser los poderes fácticos, empresariales o delincuenciales, alimentando y financiando a una oposición, política y socialmente artificial, sin proyecto ni propuesta. Tres años son pocos para la desmemoria, pero hay que insistir en que no debemos olvidar el fracaso que significaron los gobiernos priistas y panistas, particularmente los del periodo neoliberal (1982-2018). A ellos les debemos la corrupción del sistema y la sociedad mexicana, la enorme desigualdad económica que impera en el país, la crisis del sistema de salud, el crecimiento exponencial de la delincuencia, y otros males. Sin embargo, en lugar de optar por refundarse después del voto en contra que recibieron en 2018, los partidos opositores (PRI, PAN y, si se alcanza enterar de algo, PRD) prefirieron recurrir a las tretas de la politiquería de siempre. Han sido incapaces de presentar alguna propuesta alternativa a la del gobierno morenista. Prefieren ir dos pasos atrás del presidente que un paso adelante; terminarán, así, yendo cuatro pasos atrás, aunque ganen algunos cargos.
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No hay que tragarse la propaganda anti-AMLO de ciertos grupos empresariales y sus medios y organismos (prensa, tv, internet, Ine, partidos, etc.) controlados con las peores prácticas de la cooptación. Más vale votar por lo que todavía puede ser, por lo que todavía no termina de ser, que por la que ya fue y hoy solo puede ofrecer su peor y más cínico rostro. Mirar adelante puede ser un riesgo, pero mirar atrás seguro te convierte en estatua. En fin, como ustedes gusten y manden. Yo ya dije, y hablo y escribo solo como un ciudadano más..