Ser pobre es un término impreciso, con importantes variaciones históricas, considerando los niveles de acceso al consumo, la salubridad, la educación, la seguridad alimentaria y la violencia. Ser pobre tiene el significado que determina la sociedad en que se vive junto a su experiencia histórica. No es lo mismo ser pobre en una sociedad rica, que serlo en un país en desarrollo. La definición de pobreza tiene sus connotaciones y su significado en las valoraciones y las emociones a las que pocas veces se hace referencia, la pobreza son formas de comportamiento y es cultura.
En los últimos meses se ha dado un intenso debate ideológico en el que, se ha polarizado radicalamente la sociedad mexicana. Los cambios en la valoración de la pobreza son evidentes. Recuérdese por ejemplo que en los años 40 era posible que los actores populares mexicanos presumieran de ser pobres, especialmente en sus películas, de pobres. Eran pobres, “pero honrados”; eran pobres trabajadores, autosuficientes, dignos. Las películas podían pregonar que el dinero no daba la felicidad y que se podía ser feliz y pobre al mismo tiempo. Era, evidentemente, un cine en donde se mostraba a los pobres con el reparto de tierras y los avances de la organización sindical e institucional de los años 30 y 40. Con un empleo y un ingreso modesto, con agua entubada y electricidad, con salud y acceso de los hijos al sistema escolar, todo parecía haberse conseguido. Cómo olvidar la famosa pelicual de Pedro Infante “Ustedes los ricos, Nosotros los pobres”, donde los pobres eran felices aún.
Hoy en día, a pesar de la connotación “fifi” o “chairo”, haciendo referencia a “rico” o “pobre”, los números de pobreza siguen dando de que hablar. Los niveles actuales de pobreza son similares a los registrados a comienzos de los años 90, como hecho que muestra que en los últimos 25 años, ha habido una pérdida de posibilidades para combatir esa condición, que sigue afectando a más de la mitad de los mexicanos. Más del 50 por ciento de los habitantes del país son pobres. Cerca del 24 por ciento de la población es considerada “extremadamente pobre”, es decir, con un ingreso insuficiente incluso para comer lo suficente y de manera adecuada. La pobreza en México llegó a niveles insospechados y sus consecuencias siguen relacionadas integralmente con la dinámica de la sociedad mexicana.
No sólo es economía, inversión y oferta de empleos, sino comportamientos diarios que generan acontecimientos de asombro, vergüenza y miedo, con preocupaciones por un modo de vivir que puede trascender a las sucesivas generaciones. Detrás de la pobreza, se encubre la violencia, los asaltos, los secuestros, el narcotráfico, la prostitución infantil y los asesinatos mordaces que se han presentado y que sólo pocos entienden. Conocemos los casos de violencia, envidia, manipulación, deshonestidad, vileza, traición, “friégate a quien puedas”, entre otros tantos hechos que se ven hoy en día y que no están lejos de la sociedad urbana y su clase media, porque no son privativos de los ranchos o caseríos pérdidos en algún paraje, sino que están a la orden del día en todas partes y que ya nadie es ajeno a esta realidad. La pobreza no puede seguir siendo la justificante de la violencia.
Con esta realidad, siguen pendientes los estudios que aborden el problema de la pobreza y la desigualdad, como trasfondo de lo que podría llamarse las grandes patologías de la sociedad mexicana y los procesos de transformación del modo de ser del mexicano. Pareciera que la dualización de la economía y el empobrecimiento de amplias capas de la población han traído consigo la indiferencia y la negligencia de la sociedad, se ha creado una confrontación con la pobreza, con los ricos “abusivos” y con los pobres “huevones”, malamente dicho.
La desigualdad y las extremas distancias sociales se asientan en una sociedad en la que el igualitarismo como valor pierde arraigo social, dificultando la exigencia de respeto generalizado a todos, sin importar “fifis” o “chairos”, sino con los derechos de los demás. Es fundamental realizar un análisis sobre la pérdida de los valores que han distinguido a los mexicanos y que tienen carácter universal. Un nuevo compromiso ético e ideológico se impone, un nuevo gobierno y nuevas politicas, ¿habrá verdaderamente un cambio cultural?. No es cuestión de elegir entre “pobre, pero honrado” y el “rico deshonesto”, “fifis” o “chairos”. La honradez es y debe ser un valor común, de igual manera que el respeto por el derecho que todos tienen a una vida con dignidad en el disfrute de las oportunidades para construirse y construir un país éticamente cimentado. Para dejar la polarización atras, para seguir construyendo el país que merecemos en circustancias dignas para todos.
Licenciada en Administración de Empresas, egresada del Instituto Tecnológico de Morelia, Maestra en Administración de Negocios por el Instituto Tecnológico de Monterrey, tiene el Doctorado en Políticas Publicas por parte del Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales, ININEE, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, así como la estancia Doctoral en la Universidad de Cornell en Nueva York, Estados Unidos