Origen de “Pedir Calaverita” en México

Descubre cómo ‘pedir calaverita’ en México une a los vivos con sus ancestros durante el Día de Muertos.

Con la llegada del Día de Muertos, México revive la entrañable costumbre de ‘pedir calaverita’, donde los niños, ataviados con disfraces, recorren las calles en busca de dulces y dinero. Esta tradición tiene orígenes más antiguos y significativos de lo que comúnmente se percibe.

Desde la Época Colonial hasta Hoy

La práctica de ‘pedir calaverita’ se originó en la era colonial de México. El antropólogo Claudio Lomnitz explica que se relaciona con la ‘caridad funeraria’.

Durante esos tiempos, era habitual ofrecer limosnas a los necesitados no solo en el Día de Muertos, sino también durante los funerales, creando un lazo entre los vivos y los difuntos, donde el donante ayudaba a un alma y el receptor simbolizaba esa alma, uniendo ambos mundos.

En el siglo XX, la tradición evolucionó hacia lo que conocemos actualmente. Los niños comenzaron a usar calabazas o chilacayotes tallados con velas dentro. Antes de los dulces actuales, se les daba ‘chacualote’, un postre tradicional de calabaza.

Impacto de las Influencias Modernas

Origen de “Pedir Calaverita” en México - niños
‘Pedir calaverita’ en tiempos modernos | Foto: iA

Aunque algunos creen que ‘pedir calaverita’ se inspiró en el Halloween de Estados Unidos, en realidad, esta costumbre es profundamente mexicana. No obstante, la influencia del ‘trick-or-treat’ ha modificado un poco esta tradición en las últimas décadas.

¿Cuándo se celebra pedir calaverita en México?

La fecha de ‘pedir calaverita’ varía por región, pero usualmente se celebra entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre. En 2024, se espera que esta actividad coincida con las festividades del Día de Muertos.

Más que Solo Dulces: Un Puente Cultural

‘Pedir calaverita’ no es solo una recolección de dulces; es una forma de honrar y recordar a los difuntos, celebrando la vida. Las calaveritas de azúcar y los dulces simbolizan el respeto y la conexión con los que ya no están.

Esta tradición refleja la visión única de México sobre la muerte, vista no como algo a temer, sino como una parte esencial y celebrada del ciclo de la vida.