Por: Bola de humo
Educar es, en el sentido más pragmático, transformar. Así el hombre en tanto que animal político al educarse transforma y se transforma a sí mismo. Transformamos nuestro entorno, nos vinculamos con él y nos lo apropiamos para explicarnos el mundo, nuestro mundo.
En México llevamos los últimos doce años discutiendo la pertinencia de reformar el modelo educativo anquilosado, descontextualizado y anacrónico, responsable de crear generaciones completas de autómatas disfuncionales, utilitarios y serviles que no funcionan salvo para perpetuar un estado de cosas donde las políticas neoliberales mundiales, masifican la docilidad y ductibilidad de los individuos en beneficio del dios-mercado.
La magnitud del problema se hace más evidente cuando nos percatamos de que Tirios y Troyanos hablan de cosas distintas cuando de educación se trata.
Por una parte, el gobierno federal aduce que los retos que implican los tiempos modernos requieren de nuevos esquemas educativos que articulen las demandas de los diferentes centros de producción, con la oferta educativa, así como las demandas de una sociedad más informada y un mercado global ávido de fuerza laboral del tipo “úsese-deséchese”. Otras ocasiones, la educación es para el gobierno, una más de las tareas –cuando no el pretexto- para el amplio dispendio de los cuantiosos recursos destinados a este rubro. Cabe señalar que el educativo es el concepto que más presupuesto federal se le asigna para el cabal cumplimiento de lo mandatado por el art. 3 de la Constitución.
Por otra parte, los mentores –actores fundamentales de este periplo- dan la impresión de actuar y obedecer más a intereses gremiales, de concepción ideológica o de simple sobrevivencia, que a una franca preocupación y ocupación del proceso educativo.
Las variopintas posiciones de los diferentes gobiernos que han lidiado con la tan llevada Reforma Educativa, no han hecho más que evidenciar su pobreza conceptual y la falta de visión de Estado y por consiguiente, carencia de estrategias, acciones y tareas que reviertan los penosos últimos lugares de las evaluaciones que instituciones internacionales nos adjudican y a las que nos han condenado las tan diferentes como erradas posiciones de los gobiernos en turno.
A su vez, los maestros no abonan positivamente a una razonada solución, cuando sólo advierten el problema en la falta de recursos económicos para el pago de conquistas laborales; aseguramiento de plazas con todas las prestaciones de ley para generaciones enteras de egresados de las Escuelas Normales Rurales, que por cierto, pereciera que sólo de estas Normales se nutre el magisterio nacional.
Exigen que se respeten sus logros sindicales, el cumplimiento de minutas firmadas alevosamente por enanismo burocrático de autoridades locales, bonos por asistencia, apoyo para lentes, apoyo para útiles escolares, apoyo por puntualidad y una sarta de sandeces, linduras puras.
Pero lo que la mayoría de los mexicanos no escuchamos de una y otra parte es que con tal Reforma:
a).- Se eviten masivas deserciones escolares por falta de recursos económicos (por cierto, este es un problema estructural, no educativo).
b).- Que aumenten los estándares de aprovechamiento y comprensión de nuestros escolapios.
c).- Que aumenten los índices de eficiencia terminal.
d).-Que en la elaboración de planes y programas de estudio, en el diseño del mapa curricular concurran los agentes nodales del proceso educativo Docentes-Padres de familia.
e).- Que se garantice la existencia de infraestructura educativa en cantidad y calidad (entiéndase aulas, espacios para el deporte, laboratorios, bibliotecas etc.
f).-Que se garantice tanto en cantidad como en calidad los elementos técnico-pedagógicos que posibiliten el logro de los objetivos trazados.
Repito, estimado lector, esto no se está discutiendo, no lo hablan y discuten los medios de comunicación -comentocracia-, los ridículos disfraces de coloquios, logran solo postergar la discusión seria y propositiva, las autoridades están más al pendiente del reloj que mide los tiempos políticos y electorales que dar respuesta a las legítimas y justas demandas de la ciudadanía y los profesores más interesados en las prebendas inmediatas de intereses particulares que en la canalización de sus mejores esfuerzos en la construcción de una nueva patria.
Por lo tanto, es necesario y urgente que educadores y métodos cambien, asumiendo que nuestra sociedad es muy dinámica en todos sus aspectos, y que estos cambios tiendan a un mayor respeto por los individuos y la conformación de sociedades más justas entre sí.
Aceptar que los niños y jóvenes de hoy tienen como característica, la búsqueda incesante de nuevas formas de ser, personal y social; que los nuevos esquemas educativos los incluyan, y protejan, sólo entonces podremos afirmar que reformamos la educación, es decir, la dotamos de una nueva forma, aquella que construye hombres y mujeres libres e iguales.