El asteroide de Chicxulub, originario de la órbita de Júpiter, cambió el curso de la vida en la Tierra, al acabar con los dinosaurios
Hace 66 millones de años, un enorme asteroide impactó en Chicxulub, ubicado en la actual península de Yucatán, México, evento catastrófico que resultó en la extinción de los dinosaurios no avianos, pterosaurios, ammonites y la mayoría de los reptiles marinos, eliminando aproximadamente 60 por ciento de las especies en la Tierra.
Recientemente, un estudio internacional encabezado por Mario Fischer-Gödde de la Universidad de Colonia, Alemania, y difundido en la revista Science, estableció que este asteroide, de tipo carbonáceo, provenía de la órbita de Júpiter.
El trabajo colaborativo, con participación de expertos de Italia, Brasil, Suecia, Estados Unidos, Austria, Reino Unido, Dinamarca y Bélgica, proporciona detalles sobre la composición del asteroide, sobreviviendo a este evento solo mamíferos, aves, cocodrilos y tortugas.
Este descubrimiento ha puesto fin a un largo debate sobre la naturaleza del asteroide de Chicxulub, transformando nuestra comprensión sobre la historia terrestre y las colisiones de cuerpos extraterrestres con nuestro planeta.
El asteroide que acabó con los dinosaurios
La última extinción masiva, conocida como el evento del límite Cretácico-Paleógeno o ‘límite K-Pg’, es atribuida a este impacto devastador de un asteroide de entre 6 y 12 kilómetros de diámetro. La colisión liberó una energía equivalente a 10 mil millones de bombas atómicas, causando un tsunami monumental que se extendió por miles de kilómetros.
Los sedimentos del límite K-Pg muestran altos niveles de elementos del grupo del platino, comunes en meteoritos pero raros en la Tierra, reforzando la teoría del impacto sobre la actividad volcánica de las ‘Trampas del Decán’.
Para profundizar en estas incógnitas, el equipo de Fischer-Gödde comparó isótopos de rutenio de muestras del límite K-Pg con meteoritos y esférulas antiguas, concluyendo que la firma isotópica era consistente con las condritas carbonáceas del sistema solar exterior, descartando la posibilidad de que el asteroide fuera un cometa.
Otros análisis indican que los impactos antiguos y recientes compartían características isotópicas similares, sugiriendo un origen común en el sistema solar exterior y aportando claves sobre la formación temprana de la Tierra.