Morelia, Michoacán.- Al menos el 30 por ciento de las mujeres en el mundo son víctimas de violencia según información de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que también señala que en México, los feminicidios han ido creciendo y son una de las manifestaciones más “aberrantes”, discriminatorias y violentas en contra de las mujeres.
En Michoacán, fue hace un año cuando se declaró la “Alerta de Género” en 14 municipios: Apatzingán, Ciudad Hidalgo, Huetamo, La Piedad, Lázaro Cárdenas, Los Reyes, Maravatío, Morelia, Pátzcuaro, Sahuayo, Tacámbaro, Uruapan, Zamora y Zitácuaro. En los que a decir de las autoridades durante esta temporalidad han sido solamente hechos aislados los que se han registrado.
En números generales y en lo que va de 2017 las instancias de procuración de justicia y seguridad pública tienen registradas 47 muertes de mujeres, de las cuales únicamente 20 son catalogadas como feminicidios, sin embargo, son más las féminas que sufren de violencia, tanto familiar, como laboral, física, psicológica y verbal. Un sector de ellas, son las mujeres que están embarazadas o bien, que son madres solteras.
En el ámbito familiar la mayoría de las madres solteras toman la decisión de cuidar a sus hijos solas debido a que los padres las abandonaron o bien, las violentan en cualquiera de sus expresiones. Es el caso de Martha, una joven de 35 años con dos hijos, uno de 10 y otro de nueve años. Ella, como muchas, tuvo que salir de su casa cuando sus vástagos eran pequeños porque su pareja la maltrataba.
“Desde que me embaracé empezaron las agresiones, antes de eso todo iba bien. De hecho me salí de la casa de mis papás porque él me lo pidió, me dijo que quería ya vivir conmigo y me llevó a su casa. Estuvimos bien como cinco meses y luego me embaracé de Dulce la mayor y fue cuando empezó todo de golpes y gritos, es que se enojó mucho porque me dijo que no era tiempo para tener hijos. Yo pensé que era verdad, que era mi culpa porque no me cuidé y le soporté de todo, golpes en la cara, patadas incluso en mi panza de embarazada… una vez rompió un ropero con mi cabeza pero no me iba porque yo estaba asustada y no sabía qué haría ya que naciera mi bebé”, cuenta Martha.
Ella también pensaba que sus padres no la recibirían porque cuando se fue de la casa familiar no les avisó y cuando supieron la razón le dijeron que “dejaría de ser su hija”. Sufrió violencia de todo tipo hasta que nació la niña y la mamá de su entonces pareja se fue a vivir con ellos para cuidarla. “Pero pasó la cuarentena y mi suegra se regresó a su casa, a veces venía mi cuñada pero no todos los días y otra vez empezó a pegarme, le molestaba el llanto de la niña y se enojaba mucho cuando le pedía leche porque yo no tuve para darle. Pasaron pocos meses y me volví a embarazar y las cosas seguían igual”.
Martha platica que su hermana Josefina le dio un remedio casero para que abortara pero no le funcionó, así que en sus intentos por interrumpir su embarazo y volver a “ganarse” a su marido, lo provocó de tal manera para que él le pegara en el vientre y así poder perder al bebé, pero tampoco sucedió. Llegó a término y nació José Juan, el niño que ahora cuenta con nueve años y que a decir de Martha cambió en mucho su relación con el padre.
“Lo que pasa es que él se puso muy contento porque fue niño y siempre dijo que iba a ser como él. Solo a él lo alzaba, solo al niño le permitía las cosas, a mi Dulce no. A ella siempre la hizo menos. Yo de alguna manera estaba tranquila porque él dejó de pegarme y es que sí estaba bien contento con el bebé. Pero ya cuando fueron creciendo se volvió a poner enojado todo el tiempo y empezó a pegarme otra vez. Los niños se asustaban mucho y lloraban y el niño empezó a ser agresivo en la escuela”, comenta.
Fue hasta un día cuando regresó de trabajar que Martha tuvo el valor suficiente para dejar a su pareja y salirse a vivir a la calle: “Pasé al kínder por José, la niña ya estaba en primero y como la escuela estaba cerca se iba sola a la casa, pero lo que vi al regresar me puso los pies en el piso y entonces me salí de la casa. Él estaba borracho y la estaba tocando en sus partes íntimas. Mi hija no decía nada, lloraba pero sin hacer ruido estaba toda desnuda y ya tenía moretones en la carita y sus bracitos. Como estaba borracho pude pegarle con el palo de la puerta y agarré a mis niños y me fui, así sin nada solo con ellos…”
Martha estuvo en la calle con sus hijos por unas horas sin saber a donde ir. Asustada porque pensaba que en cualquier momento la alcanzaría su entonces pareja y se refugió en una iglesia donde le prestaron ropa para la niña y les dieron alimentos. Les proporcionaron cien pesos y con esos se fue a la casa de Josefina, su hermana. Quien la recibió y le ayudó al llevarla a una instancia del gobierno municipal de donde es originaria para levantar una denuncia pero no lo hizo. Se fue de Michoacán hasta que supo que el padre de sus hijos había muerto en un accidente.
A la fecha, sus hijos que ya tienen conciencia recuerdan poco de lo que vivieron con su padre, saben que murió, pero a decir de Martha ninguno guarda pensamientos sobre los golpes que su mamá recibía y Dulce, no recuerda el abuso sexual. Actualmente son niños sanos que estudian y llevan una vida normal.
El caso de Aida es distinto, ella fue rechazada de una empresa familiar por el hecho de estar embarazada. A pesar de que el negocio era de su padre, éste la corrió de la casa y cuando nació su hijo, Adrián, se lo arrebató para en sus palabras “hacer un hombre de bien”. Con ayuda de su hermano mayor y su mamá, Aida recuperó a su hijo y cuando se enlistó para ser candidata a un empleo, se lo negaron por tener un hijo ya que la empresa “no contaba con las instalaciones necesarias para el cuidado de menores”.
Y es que no solo en Michoacán, si no en muchas partes del país aún se dan este tipo de situaciones que catalogan a las madres solteras o bien a las embarazadas como una especie de “plagas”, dicen ellas, que no son capaces de hacer las actividades que cualquier otra persona haría. Es por ello, que diversas instituciones y organizaciones civiles exigen y presionan para que se cambien las leyes pues en México y según una publicación del Instituto Nacional de las Mujeres: las leyes y las políticas prohíben a las mujeres el acceso a la tierra, la propiedad y la vivienda, en términos de igualdad.
La discriminación económica y social se traduce en opciones vitales más reducidas y más pobres para las mujeres, lo que las hace más vulnerables a la trata de personas.
A las mujeres se les niegan sus derechos a la salud sexual y reproductiva; Las defensoras de los derechos humanos son relegadas al ostracismo por sus comunidades, que las consideran una amenaza a la religión, el honor o la cultura. La función esencial que las mujeres desempeñan en la paz y la seguridad suele pasarse por alto, así como los peligros específicos que afrontan en las situaciones de conflicto.