Morelia, Michoacán.- Más de cinco viajes ha hecho Don Ramón para sacar las cosas que su hijo tenía en su habitación y taller del Centro de Readaptación Social (Cereso) Francisco J. Múgica, que el pasado domingo fue cerrado definitivamente y sus ocupantes, fueron trasladados al David Franco Rodríguez, conocido también como “Mil Cumbres”.
Don Ramón es de Morelia, un anciano de 76 años que dice seguir fuerte y “vivo” y además, a la espera de que su hijo, Ramón, salga de la cárcel a la que entró hace tres años, el delito “prefiero no hablar de eso”, comenta. Y es que para su familia ha sido complicado saber a Ramón tras las rejas, incluso para su madre fue tanto el dolor que se agravó de una enfermedad crónica que ya padecía y falleció meses después de que internaron a Ramón.
“La vida a veces es injusta, Ramón no pudo estar en el velorio de su madre yo le tuve que avisar el día de la visita, mi hijo sufrió mucho así como sufrimos todos cuando supimos que estaba aquí adentro, sus hijos solo me tienen a mi porque mi nuera decidió irse al norte y ahorita anda por allá”, contó Don Ramón que detalló que son dos niños de ocho y 12 años los que dependen de él.
Por fuera del penal se ve mucho movimiento, peatones y automovilistas desaceleran su paso para ver qué pasó, porque no es normal tanta gente, cosas, camionetas y representantes de medios de comunicación que fueron invitados a hacer un recorrido por las instalaciones. Algún curioso se atreve a preguntar qué fue lo que pasó, pero casi nadie contesta.
Ya dentro, se pueden ver a señoras, niños y personas de la tercera edad cargando costales, bolsas, llevando carretillas, cobijas, cubetas y hasta un “diablito” para sacar las cajas más grandes. Todos familiares de los presos que estuvieron en este lugar hasta el pasado domingo cuando fueron trasladados, dicen los familiares, sin previo aviso.
Una mujer de aproximadamente 35 años de edad con seis meses de embarazo, sube apresurada unas escaleras para bajar dos bolsas grandes y una caja de huevos que pertenecieron a su marido, ella viene de Zamora, se detiene para hablar un poco de la sentencia de su esposo que estaba internado desde hace ocho años, apenas la mitad de su sentencia.
“A mi marido lo encerraron porque según mató a su papá durante una pelea, pero lo que pasó fue que agarró el cuchillo que le encajaron a mi suegro y por eso los policías dicen que él lo mató, porque tenía sus huellas digitales”, a “María” como la nombraremos porque prefirió no dar su nombre, le preocupa que en Mil Cumbres, le piden documentos que no tiene y posiblemente no pueda ir mañana a ver a su marido.
“Allá me están pidiendo muchos papeles que no tengo, porque no estamos casados con mi esposo, vivíamos juntos, tenemos dos hijos y el que viene en camino, ocupo una carta de concubinato pero no me la han dado y otros papeles que tiene la mamá de mi esposo pero no me atrevo a verla, aunque con lo que pasó yo creo que tengo que ir con ella, porque también nos dijo el abogado que si ella le otorga el perdón, puede salir más pronto”, compartió.
María estaba en un segundo piso cuando platicó su historia, para ella ya no es desgarradora porque “el tiempo lo cura todo”, sin embargo, como ella misma lo dijo, no ha podido ver a su suegra a los ojos, pues además de que nunca se llevaron bien no sabe cómo reaccionará cuando le pide que le otorgue el perdón a su hijo. “A lo mejor no va a querer y mis hijos y yo tendremos que esperar ocho años más”…
Ya en la puerta de salida está Doña Esperanza con su hija y el novio de la muchacha, aunque solamente ella pudo entrar al penal para sacar las cosas de su yerno, un autodefensa de Apatzingán que ha estado casi tres años recluso pero sin sentencia. “Es que no puedo creer que las leyes mexicanas sean así, cómo tienen a mi yerno tres años sin sentencia aquí adentro, a ver, y cuando ya le den la sentencia, ¿le van a restar los tres años?”, pregunta molesta.
“Además a ellos los agarraron con armas, las mismas armas que les dio el gobierno cuando fueron para allá y les dieron las pistolonas, se anotaron en una lista, ellos mismos les dieron las armas para qué los encarcelan después. Mi yerno es autodefensa, solo buscaba protegernos y proteger al pueblo de los verdaderos delincuentes y mire cómo terminaron”, sigue.
Y es que en este penal también se internaron a los autodefensas de Tumbiscatío y de otra comunidad, además de los de Apatzingán, mismos que ya fueron liberados a excepción de los últimos, que continúan bajo resguardo. Doña Esperanza es de Apatzingán y tampoco sabe cómo se va a llevar todas las cosas de su yerno, pues llegó con el mínimo recurso para su pasaje y comer uno o dos días, pero no cuenta con más para pagar un flete.
Como ellos, cientos de familias acudieron este martes e irán mañana miércoles para recoger las cosas de sus hijos, hermanos, esposos… una pareja de la tercera edad y dos de sus hijos se llevan poco a poco los muebles y maderas que tenía su hijo, aunque saben que será hasta el jueves cuando puedan recoger todas las herramientas que usaba en el taller de carpintería en el que estaba. Deciden no hablar y a lo lejos el señor dice: “ojalá fuera mi hijo lo que pudiera llevarme hoy, ojalá fuera mi hijo el que me entregaran”.