Lázaro Cárdenas
Foto: Cortesia/Gerardo A. Herrera Pérez.

Cuando escucho hablar del odio, me hace pensar qué tantas ocasiones como miembros de una colectividad habremos expresado, o narrado expresiones de odio, sin darnos cuenta. El límite entre plantearnos escenarios de odio y de inclusión al parecer son líneas muy finas, sobre todo cuando escuchamos la situación por la que pasan los migrantes.

Por ello, observemos estos breves contenidos para distinguir el odio, en sus diferentes expresiones o contenidos:

La expresión de odio, no es otra cosa, que aquellas frases, o bien los dichos mexicanos, los cuentos con contenidos calientes y picosos que usan el lenguaje de forma peyorativa, agresiva, o de manera excluyente; si bien no son permanentes, más bien aisladas estas expresiones, y que dan respuesta ante alguna situación de conflicto, y encendidas en el momento mismo para generar la discriminación y exclusión, que violenta los derechos humanos y por ende la dignidad humana.

¡Eso les pasa por putas! ¡Pinches jotos!!, ¡Los pochos vienen con otras costumbres!!!!, pocho, pachuco, chicano, latino, hispano, México-americano, bato, o bien vato……expresiones que significan estigmas, que refuerzan el estereotipo y sirven para fortalecer el prejuicio y la exclusión (con información de Alejandra Sánchez Valencia de la UAM).

El discurso de odio, en este sentido siguiendo la construcción conceptual que ocupa el Consejo Europeo, quien nos expresa que “son todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo, u otra forma de odio, basado en la intolerancia, incluyendo: tolerancia expresada por un nacionalismo agresivo y etnocentrismo, discriminación y hostilidad con las minorías, los inmigrantes y personas de origen inmigrante”.

Y aquí, yo agregaría desde luego, la homofobia, la lesbofobia, la transfobia, así como el odio contra los adultos mayores y minorías sociales, como las religiosas, expresadas en sus conductas violatorias de los derechos humanos.

En el marco del Día Internacional del Migrante, hemos sido testigos del discurso de odio que se ha generado desde las altas esferas del poder de los EEUU en contra de los migrantes. Entre estos discursos está el presentar a los migrantes como criminales, o bien expresar su participación laboral que roba el trabajo a los nacionales americanos. También desde México se han generado expresiones, ¡¡¡como que los mexicanos hacen lo que los ni los negros quieren hacer!!!, una expresión racista, clasista, inadmisible por ser de connacionales.

En este sentido otra expresión de odio, la tenemos en la palabra pochismo, o el pocho, que es usada en California para designar al descastado que reniega de lo mexicano aunque lo tiene en la sangre y procura ajustar todos sus actos al mimetismo de los amos actuales de dicha región (el capitalismo) a donde llegaron miles de mexicanos, y que ahora habitan millones; el capitalismo reina en los Estados Unidos, y hoy, tenemos una aspiración al americanismo, y es que dejamos de ser occidentalistas, para buscar el paso al americanismo, nos dice Bolivar Echeverría.

Así, en general, la apología de odio, no es otra cosa que aquel argumento, que puede formar parte de un discurso o de un escrito en el cual se hace especial hincapié en defender, alabar, elogiar o justificar la acción, inacción, idea, pensamiento de una persona o un grupo, que se encuentra sujeta a una anterior controversia.

Por otro lado, también se encuentran en este corredor del odio, las narrativas de odio, en las cuales un relato con una buena lógica y coherencia intenta hacer una interpretación a partir de conectar eventos y personajes. El relato y la interpretación le dan un sentido a la historia, conectando los sucesos particulares, con los sucesos generales, hasta dar una construcción genérica, que afirma una historia de carácter colectiva y legitima este suceso.

La narrativa de odio, podríamos expresar que es el máximo exponente de exclusión al retomar, de distintos tiempos y contextos, sus motivos, explicaciones y móviles para excluir y hacer del odio la herramienta para violentar los derechos humanos de las personas y su dignidad humana.

En muchas ocasiones hemos escuchado las narrativas de odio sobre personas con discapacidad, o bien sobre las personas con orientación sexual o bien sobre la identidad o expresión de rol de género; como también hemos escuchado narrativas de odio sobre el matrimonio igualitario llamándole natural, cuando el mismo es un constructo cultural que ha ido cambiando generacionalmente a través de la historia de la humanidad.

Hemos escuchado de las narrativas de los connacionales de lo que pasan en su tránsito a los EEUU, sin embargo pocos estamos dispuestos a escuchar las narrativas de odio de nacionales sobre el paso de migrantes centroamericanos en tránsito irregular por México y cómo estos experimentan, perciben y dan sentido al ser discriminados y estigmatizados a través de la interacción con diferentes actores sociales, políticos y de las autoridades federales y locales y de los mismos instrumentos que utiliza el crimen organizado.

En ocasiones trato de explicar estas finas distinciones del odio en el marco de mis reflexiones sobre la paz social. Creo y sigo considerando la importancia de promover los contenidos de la paz desde un discurso que no contenga expresiones, apologías, narrativas o discursos de odio. Las y los invito a evitar el odio en sus diferentes manifestaciones, en estos tiempos, y en otros, en todos los días del año, no generemos odio.