Foto: Epigmenio Jiménez

En el marco del cierre de la octava Cumbre de Líderes de América del Norte, los presidentes de México y Estados Unidos,  Enrique Peña Nieto y Barack Obama respectivamente, así como el anfitrión de esta cumbre, el Primer Ministro de Canadá Justin Trudeau, se refirieron al fenómeno del populismo. En cierto momento de la conferencia de clausura el presidente estadounidense dijo que habría que tener cuidado con el término populista,  que él mismo podría considerarse en cierto sentido un populista, dada su determinación en luchar por la justicia social.

Cuando los mexicanos, y los latinoamericanos en general nos referimos al populismo, lo hacemos usualmente en el sentido que es caracterizado por politólogos tales como Kurt Weyland,  de la universidad de Texas, o Flavia Freidenberg, de la universidad de Salamanca, España, para definir los regímenes populistas latinoamericanos.  Los liderazgos populistas  asi concebidos tienen características como:

  • Un líder, generalmente carismático, que afirma conocer las aspiraciones más profundas del pueblo, y encarnar dichas aspiraciones
  • Una relación directa, sin intermediarios, personalista y paternalista, entre el líder populista y sus seguidores, a quienes llama “el pueblo”
  • El líder habla en nombre del pueblo y busca cambiar el status quo dominante
  • Los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder
  • Estrategias de movilización de tipo clientelar que permiten mantener o incluso incrementar la base de apoyo al proyecto político del líder
  • El líder pone la agenda y la lleva adelante; no respeta las normas, es pragmático, maniqueo e ideológicamente ecléctico
  • Quienes no están con el líder son “los otros”. Dice representar al pueblo pero lo hace en términos de exclusión. No hay tolerancia para los disensos respecto a sus decisiones
  • No hay un partido fuerte e institucionalizado, o bien la organización está completamente supeditada al líder
  • Retórica anti-sistema; busca cambiar las leyes para debilitar el diseño institucional y escapar a los pesos y contrapesos propios de las democracias
  • Tendencia a modificar la constitución para permitir la reelección consecutiva e indefinida

El presidente norteamericano tiene un liderazgo que claramente diverge de estas características. Por otro lado al revisar el listado anterior, a  la mayoría de los mexicanos inmediatamente nos viene a la mente un personaje de la vida política nacional, que encaja casi al ciento por ciento con la definición descrita.

Es evidente entonces que Barack Obama tiene un concepto muy diferente de lo que es ser populista. En su intervención sobre el asunto dijo  “… cuando contendí en 2008 y la razón por la que volví a contender de nuevo, y la razón por la que he trabajado toda mi vida con toda mi capacidad en el servicio público es porque me importa la suerte de la gente, y quiero asegurarme que cada niño norteamericano tenga las mismas oportunidades que yo tuve. Y me preocupa la gente que menos tiene, que trabaja duramente y no ha tenido oportunidad de avanzar. Me preocupa que los trabajadores tengan una voz colectiva y tengan ingresos dignos…”. A continuación dijo que quizá por estas preocupaciones podría considerarse a sí mismo como un populista. Fustigó, en cambio, a quienes hacen declaraciones estridentes y controversiales solo para ganar votos, aunque jamás hayan luchado por la justicia social, ni les importe en absoluto la suerte de los trabajadores ni la justicia social. Afirmó que personajes que asi actúan, están más cerca de la xenofobia y el cinismo, en clara alusión al aspirante republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.

Está claro que para Obama ser populista es preocuparse por asegurar la igualdad de oportunidades para todos, así como  condiciones ventajosas, traducidas en acciones afirmativas, para quienes están en desventaja en la sociedad. El único punto de coincidencia con la definición de populismo citada al principio de este texto es la retórica anti-sistema y las declaraciones exageradas y maniqueas respecto a personas o situaciones sociales.

Así las cosas, lo verdaderamente importante es cerrar el paso a estos personajes que aprovechando momentos de desencanto social adoptan un discurso anti-sistema, anti-institucional,  y se autoproclaman poseedores del verdadero espíritu nacional, apelan muchas veces al nacionalismo y ofrecen soluciones fáciles y mágicas que inevitablemente conducen, como repetidamente la historia nos ha enseñado, a catástrofes sociales y hasta humanitarias. Los ciudadanos de todo el mundo debemos estar atentos y combatir estas visiones de pensamiento mágico que son siempre un salto al vacío.


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