Por: Enrique Rivera Hernández
Si algo ha hecho esta pandemia por Covid-19 a nivel global, es evidenciar las grandes desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales que han existido y existen en la actualidad. En dicho contexto nuestro País no podía ser la excepción, pues dichas desigualdades son evidentes en la población y también en el actuar político.
En días anteriores se anunció el regreso a “la nueva normalidad” acompañada de la publicación de los “lineamientos Técnicos Específicos para la Reapertura de las Actividades Económicas” publicados en el diario oficial de la federación, el día 29 de mayo de este año; así como por declaraciones del presidente como “no vamos a pelearnos, no vamos a dividirnos, no vamos a apostarle a la separación” y “nada es aplicado mediante la fuerza, todo es mediante el convencimiento, nada por la fuerza todo por la razón y el derecho, para que de esta manera sigamos adelante”, aceptando y tolerando la soberanía y las diferencias con algunos gobiernos estatales.
Paradójicamente haciendo acto de presencia el narcisismo y la soberbia como motor político, en el Estado se presenta la “nueva convivencia”, en donde queda develada la confrontación buscada constantemente con la finalidad de hacerse notar, declarando que “ante un brote o aumento de los contagios, volveremos a cerrar y tendremos que volver al aislamiento obligatorio”.
Evidenciando lo expuesto en el documento “observaciones sobre violaciones a derechos humanos durante la contingencia sanitaria por Covid-19” publicado por la CNDH, en donde expone que en 24 estados del país se detectaron violaciones al derecho de tránsito, aplicando retenes, restricciones de movilidad y hasta sanciones por no cumplir con el confinamiento obligatorio, Impactando sociológicamente hablando, en el desarrollo cotidiano de la vida, pues se corre el riesgo de normalizar la aplicación de medidas autoritarias en la regulación del libre tránsito con formas violentas de baja intensidad a partir de un discurso legitimador.
Sin embargo al concluir la Jornada Nacional de Sana Distancia e implementar la “nueva normalidad”, las medidas de control, regulación y vigilancia pasarán directamente a los Gobiernos Estatales “con la tutela de la Federación” o lo que es lo mismo en palabras de López- Gatell “lo hemos dicho, no se acaban las actividades de seguridad sanitaria, los protocolos de seguridad sanitaria pasan ahora a la vigilancia y control por parte de las 32 entidades federativas”.
De tal manera que el regreso a “la nueva normalidad” no implica únicamente una situación de estadísticas, o fuerzas políticas, sino la importancia de la vida misma y que con la reactivación económica se busca de manera preponderante que no se ponga en riesgo la vida, sino todo lo contrario.
Implica un antes y un después de la pandemia por Covid-19, la vida se modificará con acciones cotidianas, preventivas para con el virus, usar cubre bocas, lavarse constantemente las manos, no tocarse la cara, aplicación de la sana distancia, etc.
En donde cabe aclarar que la sana distancia a manera de prevención en “la nueva normalidad” no implica el distanciamiento emocional y empático en el desarrollo social de los sujetos.
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