49% de las mujeres han sufrido abuso ginecológico y se han sentido violentadas durante una consulta, según estadísticas
“El ginecólogo me dijo que solo las prostitutas se hacen tantos chequeos”, “me preguntó si era virgen, le dije que sí, me miró con cara de no creerme y me dijo: ‘Eso espero, porque cuando te explore veré si es verdad’”, “me dijo que me daba el alta, pero que seguiría conmigo encantado, mientras me miraba las tetas con alto contenido sexual”; “en pruebas muy molestas y dolorosas me gritaban y me decían que era una histérica”.
Esos son algunos de los comentarios que relatan las peores experiencias que algunas mujeres han enfrentado en el consultorio del ginecólogo. En otros casos desafortunadamente no se queda solamente en palabras y las mujeres son violentadas como lo relata Lucía, una diseñadora gráfica de 39 años a quien su médico colocó un DIU de la forma menos profesional:
“Me dijo que no me dolería nada; que no necesitaba ibuprofeno ni cosas de esas. Sencillamente, aseguró, no me enteraría. Esas fueron sus palabras -rememora Lucía-. Cuando me pinzó el útero vi las estrellas, pero él me decía. ‘No puedes estar sintiendo nada, quédate quieta o acabaré haciéndote daño’. Llegué a dudar de mí, de mi dolor, y le pregunté a la auxiliar, situada detrás de él, si ya había visto a mujeres sufrir así al ponerse el DIU. Ella afirmó con la cabeza y, entonces, me puse a llorar mientras el médico seguía negando que ponerse un DIU produjera dolor. Al acabar, me encerré en el baño, encogida en un rincón. Nunca olvidaré aquella sensación. Estar con las piernas abiertas, engañada, sufriendo y sin poder moverme; me sentí violentada”.
El abuso ginecológico abarca desde infantilización o paternalismo en el trato, desinterés por la opinión que la paciente tiene de sus propios síntomas, faltas de respeto, negligencias médicas que producen heridas de gravedad por no haber empleado el instrumental adecuado, hasta el hecho de que el consultorio debe contar con un espacio reservado para cambiarse y con una sábana o bata para cubrirse.
La violencia en el consultorio incluye maltrato y desconsideración, pero también prácticas menos evidentes como dejar a la paciente recostada sobre el potro sin nada que las cubra. Así como sufrir de un trato tan inadecuado que roza la violencia cuando en la relación médico-paciente se ha perdido el respeto y la equidad.
Estas actitudes responden, entre otras cosas, a una falta de formación con perspectiva de género que permita observar con empatía las problemáticas de las mujeres.
De acuerdo con una encuesta de la Asociación de Mujeres para la Salud en España, el 49% de 2000 entrevistadas afirma que se ha sentido violentada en una consulta ginecológica, y el 51% restante refiere situaciones desagradables
Estas cifras revelan una grave problemática que se ha visibilizado desde noviembre de 2011 cuando la activista y defensora de los derechos reproductivos Jesusa Ricoy creó “La Revolución de las Rosas”, desde entonces cada 25 de noviembre mujeres de todo el mundo se organizan por redes sociales para reunirse en plazas y hospitales de sus ciudades y depositar una rosa junto a una nota que contiene un testimonio de violencia obstétrica. De acuerdo con Ricoy, la violencia no puede combatirse con más violencia así que en lugar de piedras ella lanzaría rosas.
En España, la AMS Asociación de Mujeres para la Salud publicó la investigación Los servicios de ginecología que deseamos las mujeres, al respecto Pilar Pascual, psicóloga y coordinadora del estudio comenta que estos problemas suceden en otros servicios médicos pero en Ginecología las mujeres nos sentimos más expuestas al estar desnudas frente a un desconocido, y por eso necesitamos un trato que respete esa vulnerabilidad.
Nunca deberás escuchar juicios de valor de parte de tu ginecólogo, el doctor tampoco debe ponerse en una situación de igualdad, actuar como si fuera tu amigo para “ganarse tu confianza”, y deberán explicarte lo que van a hacer en cada momento de una exploración.
Entre las cosas que nunca debes permitirle a tu ginecólogo más comentadas a partir de los pronunciamientos de la Asociación de Mujeres para la Salud destacan:
- Comentarios que te hagan sentir incómoda con tu cuerpo.
- Que te juzgue por tus decisiones.
- Realizar pruebas sin tu aprobación.
- Violar tu privacidad contando a tus padres o a otra persona lo que ustedes han hablado en la consulta.
Desafortunadamente la lucha frente a la violencia gineco-obstétrica permanece invisible porque no existen datos oficiales o estadísticas al respecto, además de que las denuncias son pocas ya sea por vergüenza, desconocimiento o normalización de la violencia.
El problema existe, son muchos los abusos ginecológicos que se registran en los consultorios del mundo, y aunque unos sean más sutiles que otros resultan igual de violentos, siendo los más graves las pruebas que se realizan sin consentimiento, manipulaciones dolorosas, comentarios insultantes sobre los cuerpos de las pacientes, hasta llegar a las insinuaciones y abuso sexual.
Miles de mujeres se han unido ya al llamado para no aceptar estas agresiones, lo complicado es también preguntarse cuándo una exploración molesta o un comentario se convierte en abuso, aunque “lo primero es que la mujer debe dar su consentimiento antes de cualquier prueba, como introducir un espéculo en la vagina, hacer un tacto o una ecografía. Y sobre todo debe expresar aquello que violente sus sentimientos (…) No hace falta que se ejerzan grandes violencias sobre nosotras para hablar de ellas y avanzar en su reconocimiento”, afirma la ginecóloga Montse Catalán. -CULTURACOLECTIVA-