Se han vuelto cotidianas las imágenes de agresiones a militares en todo el país. Delincuentes disfrazados de “pueblo bueno” los golpean impunemente con palos, palas, piedras, puños y mentadas.
Las armas de los uniformados no los intimidan. Saben que están protegidos por un gobierno federal que ha renunciado al uso legítimo de la fuerza.
Lo hemos visto en La Huacana y Los Reyes, Michoacán; San Juan del Río, Querétaro; Tepeaca y San Martín Texmelucan, Puebla; Tetepango, Hidalgo; Cuautlacingo, Estado de México, y Palacio Nacional de esta Ciudad de México.
El uniforme ya no les inspira respeto.
La última embestida ocurrió en Acajete, Puebla. Pobladores se les fueron encima a los soldados luego de que detectaron una bodega con mercancía robada.
Por primera vez, los uniformados se defendieron e hicieron correr a sus agresores. Devolvieron las pedradas que recibieron y dispararon al aire. Eso bastó para que sus agresores se dispersaran. Saldo blanco.
Pero aguas. Acajete es un claro síntoma de que la tropa está harta de las humillaciones. La Sedena sabe de la rabia contenida de los soldados y de la necesidad que tienen de ser revalorados.
Lanzó una advertencia en un comunicado. Se usará gradualmente la fuerza para proteger la vida e integridad física de los miembros de las Fuerzas Armadas, cuando ésta se vea amenazada.
La advertencia fue matizada en la mañanera de ayer por el Presidente de la República.
“Se tiene que respetar la vida de las personas. Y nada de que son delincuentes, no. Son seres humanos todos. Nadie está autorizado para ajusticiar, para rematar heridos, para masacrar”, dijo.
López Obrador lleva las cosas a los extremos para justificar su convicción, transformada en instrucciones, de que la violencia no se combate con violencia.
No se trata de rematar heridos o masacrar gente. Hay protocolos mundialmente aceptados para el uso de gradual de la fuerza cuando el Estado de derecho está amenazado.
Me quedo con la reflexión que hizo Felipe Calderón, aun si con esto desafío la ira de sus detractores:
“Permitir que se agreda a los militares sin consecuencias erosiona el principio de autoridad, humilla a los soldados, exacerba la noción de impunidad y genera un potencial problema de ingobernabilidad de incalculables consecuencias”.
* “No voy a dar maromas”, nos dijo el senador Juan Zepeda, excandidato a gobernador del Edomex, al explicar por qué no escuchó el canto de las sirenas de Morena, luego de renunciar al PRD.
Lo invitaron a afiliarse al partido en el poder. Lo pensó. Pero acabó por sumarse al MC, de Dante Delgado. Coincide con el proyecto socialdemócrata de ese partido.
— ¿Y por qué no Morena?— Preguntamos.
— No estoy de acuerdo en que el Presidente se levante cada mañana y piense que su voz es la única verdad. Tampoco que diga “yo tengo otros datos” para descalificar al que le presenta estadísticas que no favorecen su gestión.
Pero hay otra cosa que no le gusta del Presidente:
“Son gravísimos los ataques a la libertad de expresión. Podemos revisar varios casos de periodistas o reporteros investigadores. Tenemos a Loret de Mola, a Rubén Cortés. Son voces incómodas.
“O el señalar con el dedo flamígero a periódicos como Reforma. En esa falta de tolerancia a la libertad de expresión te vuelves, incluso, contra los que ayer fueron tus aliados, como es el caso de la revista Proceso”, recalcó.
* “Las mentiras de Sheinbaum”, se llama el video del PAN-CDMX que nos envió su presidente Andrés Atayde, como un anticipo de la postura de su partido durante el Primer Informe de la jefa de Gobierno, el 17 de septiembre próximo.
La pieza arranca con un encendido discurso de doña Claudia en el que promete recuperar “poco a poco” la seguridad en la ciudad.
Pero el azul apaga ese discurso con datos publicados en los medios de comunicación que hablan del incremento en homicidios, secuestros, extorsión, violaciones en el tiempo que lleva al frente del ayuntamiento,
“Puro bla, bla blá y nada de resultados”, remata la voz en off.