Morelia, Michoacán.- El santuario de la Guadalupana se ve lleno de morelianos que se acercan a la imagen para pedirle un milagro, un favor, un deseo y que la gran madre de los mexicanos interceda por ellos.
Haciendo fila para entrar, las caravanas de feligreses esperan pacientes su turno de entrar a la capilla, aquellos hombres que bajo el sol cargan una imagen de la Guadalupana, sienten escurrir el sudor en sus frentes.
Aquellas mujeres ataviadas con sus faldas negras y mandil de colores, las blusas blancas de manta bordadas a mano con colores vivos y aquellas trensas negras largas, con docenas de listones anudados a su cabellera, caminando rápido en modernos huaraches o algunas en sandalias.
Los hombres un poco mas modernos, se limitan a cargar a los hijos o las compras qué hicieron, esperan minutos para poder accesar y darle gracias una vez más a la morenita, de haberles permitido asistir un año más.
Aquellas personas no desesperan en su intento por llegar, han caminado desde colonias cercanas hasta colonias a las afueras de la ciudad, para llevarle una flor o un ramo, a aquella virgen que los protege.
Dentro de la iglesia se puede escuchar la misa que se ofrece, esta vez, las persona no permanecen sentadas, al contrario celebran su aparición por primera vez.
Una vez frente aquella imagen, el tiempo se detiene para los creyentes, ellos imploran y suplican entre dientes, los problemas que esperan resolver, su conexión es tan rápida que sólo ellos y la virgen, pudieron saber las peticiones.
El tiempo no significa nada, cuando su necesidad es satisfecha, presentarse frente a ella, valió todo el cansancio, las horas de espera, el frío, el hambre, todo. Ahora sólo resta salir a la verbena y celebrar su día.