Sí, lo maté, aunque tan solo un poco más porque cuando lo conocí ya estaba muerto.
Lo sepulté hace tiempo en los pantanos de la rutina. ¡Mea culpa, mea culpa! Pero es mentira el: “… Y vivieron felices por siempre”.
A menos que ese siempre se construya de instantes en que el otro es en sí, ¡y poder con eso! Reencontrarlo, amarlo sin definirlo.
La losa deóntica aniquila, va mutilando al ser, y la idea del “amor” se aguza cara a cara contra los aguijones de la realidad; sí, ¡es que, la hay! Pero hay que arrancar las escamas de lo establecido para poder verla.
A lo mejor hicieron falta flores, más besos, muchos más, no sé, versos, versos, versos de Ésos con los que uno de cura del infierno.
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