Militares en la UMSNH, otra pésima señal

Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus

La desagradable presencia del ejército en la Universidad Michoacana es sobre todo un mensaje, el problema es que no queda claro para quién y con qué objetivo se envió este mensaje. Algo que con inteligencia o torpeza se irá develando en las próximas semanas o meses, en cualquier caso, es una señal de alerta de que las cosas están lejos de estar bajo control.

El pasado martes un grupo de policías y militares hicieron presencia en las instalaciones de la preparatoria 2 “Ing. Pascual Ortiz Rubio”, las imágenes rápidamente se esparcieron por las redes sociales, generando reacciones de indiferencia, repudio y hasta de conformidad ante las amenazas -que ya llegaron a atentado- contra profesores de este plantel.

No es novedad que en la Universidad haya consumo de drogas, lo que sí es novedad es que las personas que se dediquen a ello ya hayan llegado al extremo de poder amenazar a profesores e incluso atentar contra sus vidas, con la suerte de que quien estuvo a cargo del atentado fue lo suficientemente inexperto para fallar, aunque sí dejó lesionados.

Definitivamente llevar militares a la preparatoria y que solo deambulen por ahí está lejos de resolver el problema, es sólo un mensaje, que seguramente ya tuvo un impacto. No es necesario ser un experto en la materia para saber que se requiere un trabajo más de largo plazo para que estas acciones realmente resuelvan el conflicto.

Si algo se puede saber de las personas que se dedican a la venta de estupefacientes, particularmente en ambientes juveniles, es que la discreción no es su fuerte. Seguramente las autoridades, al menos las de la preparatoria, saben bien quiénes son estas personas y fácilmente podrán saber sus datos.

¿Basta con saber? Desde luego que no, pero para que el conocimiento pueda convertirse en acción legal, es necesario que haya voluntad efectiva de perseguir a quienes violan las leyes. Desafortunadamente en Michoacán, como en el resto del país, esta voluntad brilla por su ausencia. En algunos casos por ineptitud, en muchos otros por complicidad.

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A finales de los 90’s en esa misma preparatoria era un secreto a voces quiénes eran las personas que se dedicaban al narcomenudeo, en aquel momento probablemente las autoridades no lo consideraban un problema que valiera la pena el riesgo de atender, situación que seguramente hoy es distinta y ya encendió las alertas hasta en rectoría.

Tristemente el tema de las drogas ha servido en toda la sociedad como un buen pretexto para la aplicación de medidas que muchas veces también son violatorias de la ley, de la autonomía de las universidades y a veces hasta de los derechos humanos. Y sobran razones para desconfiar de las autoridades y de sus auténticos objetivos.

Pensar que la torre de marfil que es la universidad iba a estar ajena a la violencia que priva en todo el país es un sinsentido, más aún cuando en ellas hay un valioso mercado para la venta de drogas. Pero esto da cuenta de la gravedad del problema y cómo la delincuencia está lejos de ser derrotada, el problema no es de ignorancia, el problema es de impunidad y la falta de compromiso de las autoridades.

El ejército en las calles desde hace 16 años no ha servido para cambiar esa situación, por el contrario, la violencia ha ido en aumento, creer que en la universidad sí será la solución es absurdo e insultante para un espacio en el que se supone que se piensan las soluciones que nuestra sociedad requiere. Ver ropa verde olivo en la universidad sólo puede ser una señal de fracaso.

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