Francisco Lemus | @PacoJLemus
Migrar no es un capricho para la mayoría de las personas, sobre todo para aquellos menos privilegiados, quienes abandonan lo poco que tienen en busca de una oportunidad para ellos y sus familias. Sin embargo, mientras estas decisiones son de vida o muerte para ellos, en las altas esferas de la política esto se vuelve solamente una herramienta electoral.
México comienza a percibir las consecuencias de la crisis migratoria de centro y Sudamérica, pues es el paso obligado para llegar a las ventajas económicas que la desarrollada economía estadounidense ofrece. Y ya es un tema recurrente en la agenda política nacional.
Sin embargo, las decisiones que tome el gobierno mexicano tienen poca relevancia en comparación con las que tome el gobierno estadounidense; el que además ha sido en buena medida responsable por la crisis que se ha desatado en centroamérica desde los años 80’s.
Como si fuera una especie de ironía cruel sacada de una novela distópica, el partido republicano ha decidido retirarse de un acuerdo migratorio del que fueron participes, para dejar que la crisis crezca y poder utilizarla políticamente en los discursos del candidato republicano -si es que la justicia no lo alcanza primero- Donald Trump.
A pesar de que ambos partidos habían logrado llegar a esta posible solución para legislar sobre este tema tan delicado, los republicanos, que desde hace tiempo son simples marionetas del magnate de la especulación inmobiliaria, optaron por echarse para atrás y permitir que la crisis siga avanzando y así culpar a los demócratas de ello.
Si bien la política no es un oficio que goce de la mejor fama, está llegando a niveles de cinismo desproporcionados. Políticos de todas las líneas ideológicas podrán mostrarse distantes unos de otros, pero sí hay algo en que coinciden es en su poco respeto por la congruencia.
Gracias a que esperan que su público se distraiga en tonterías, de esas que está lleno el internet y prácticamente toda la industria del entretenimiento, en la que definitivamente debe incluirse a las cadenas noticiosas; saben que hoy pueden decir una cosa y mañana contradecirse sin temor a enfrentar consecuencia alguna por ello.
El problema es que mientras esa comedia de enredos mantiene a la gente pegada a las pantallas, hay millones de personas que se debaten entre la vida y la muerte, que deben contemplar cómo sus hijos y seres amados van perdiendo las posibilidades de una vida medianamente estable, cuando no pierden literalmente la vida en pleno éxodo.
Independientemente de lo que suceda en las próximas elecciones de Estados Unidos, México deberá seguir enfrentando esta situación que se suma a los ya suficientes problemas que enfrenta la nación.
No existe otra opción, la política es la única forma en que este problema se debe antender, una política seria y comprometida, pero que trascienda las barreras nacionales, pues solamente un acuerdo regional y el compromiso de todos los involucrados puede abrir la puerta a una solución real.
Mientras sigamos viendo este problema como ajeno y responsabilidad únicamente de sus respectivas naciones, el conflicto seguirá creciendo y tocando a más personas.