Michoacán tiene su “Capilla Sixtina”, ¿la conoces
Foto. Cortesía

En el estado de Michoacán existe un recinto religioso al que se le atribuye el sobrenombre de “Capilla Sixtina”, ¿lo conoces?

Morelia, Michoacán.- A 45 kilómetros al sureste de la ciudad de Morelia, capital del estado de Michoacán, existe un recinto religioso que regionalmente recibe el sobrenombre de “Capilla Sixtina”, en referencia a las supuestas similitudes de la decoración interior, con la que adorna la estancia del Vaticano.

Información de la doctora en Arquitectura, Gloria Angélica Álvarez Rodríguez, indica que el patrimonio arquitectónico sacro michoacano, edificado durante la época de la evangelización española, integra una corriente constructiva de techumbres de madera únicas en su tipo, por los materiales y procedimientos empleados en las cubiertas que ocultan las armaduras soportantes de los tejados.

Así, al interior de las naves, los falsos “cielos” esconden el burdo aspecto del maderamen de los techos, luciendo imágenes, flores y símbolos pintados sobre sus tablas, a su vez diseñadas en forma de enormes bateas o artesas invertidas, a las cuales desde el siglo XVIII se les llama artesones, en sentido aumentativo.

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La maestra en Restauración explica que la función no se restringe a ocultar los elementos estructurales, pues las pictografías decorativas han cumplido originalmente un plan didáctico entre los pueblos purépecha, al guiar las oraciones católicas de sus fieles con los textos y figuras de los “cielos historiados” -denominación que alude a la historia sagrada-. Así, los personajes plasmados exhiben atributos y símbolos que permiten que sus creyentes les identifiquen y dirijan los rezos.

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Con tales características fue conformado el famoso artesón del templo de Santiago Apóstol de Tupátaro: luego de una cuidadosa investigación, Gloria Álvarez concluyó que la rica policromía de la cobertura embellece una secuencia temática probablemente adaptada a ritos y ceremonias entendibles en tiempos remotos.

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Cada uno de los faldones laterales se divide en 13 espacios rectangulares que están decorados con ángeles pasionarios y diferentes momentos de la cristología, cuya lectura es compleja para nuestro contemporáneo entender, aunque el orden podría haberse alterado durante algún desmonte.

No sucede lo mismo con el almizate, presidido en el presbiterio por un pinjante y Santa Celia portando un diminuto piano sobre el coro, única imagen femenina que se observa además de la Virgen. Luego está la serie mariana, desde la Anunciación de la Concepción hasta la Ascensión.

Todo está representado en medio de nubes coloridas, estrellas, grecas floridas y exótica vegetación; pero destacan angelitos de alas tricolores y rostros sobrios de rasgos poco europeos y peinados a la manera indígena. También sobresale un rosetón que representa a la Gloria, de la que emerge en relieve la paloma del Espíritu Santo. Además, en la Última Cena, llama la atención la integración de un perro royendo un hueso.

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Este santuario se localiza en la comunidad de Tupátaro, hoy perteneciente al municipio de Huiramba, pero que en la época virreinal fue un barrio de Pátzcuaro, y antes, un pequeño poblado prehispánico.

Relata la investigadora que el templo de Santiago Apóstol se fundó luego de que un indio llamado Rafael encontró un pino crecido con la figura de Cristo formada en el tronco, que descubrió al labrarlo. La tercera viga indica el año de terminación de la iglesia, 1725, siendo cura Diego Fernández Blanco y Villegas.

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Álvarez Rodríguez afirma que, construido desde el primer cuarto del siglo XVIII, es de los artesones de mayor antigüedad que existen hasta nuestros días: “Representa una de las más acertadas creaciones de la carpintería de armar local, que resuelve de manera propia su problema estructural y artístico”, se lee en la tesis de maestría de la especialista.

El apodo de “Capilla Sixtina” fue iniciativa de un supervisor de la obra de restauración ejecutada en 1995, Virgilio Marines Mota, basado en la aparente semejanza con los frescos de los muros y la bóveda del palacio papal, creados por Miguel Ángel entre 1508 y 1512 y considerados una maravilla del Renacimiento.

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Sin embargo, en el documento ya referido, Gloria Álvarez explica que las representaciones en los techos de madera también existen en el viejo continente, pero no se puede considerar que las de Michoacán sean derivaciones de las europeas, porque sólo poseen parecidos sutiles en la esencia ambiental, y la técnica constructiva tuvo que ser resuelta por los artífices locales, mezclando corrientes hispanas e indígenas para aportar distintos valores propios poco emparentados con creaciones ajenas al territorio purépecha.

“No podríamos entender a la arquitectura michoacana sin la influencia de la España conquistadora, que aunque en ese momento adoptaba un nuevo estilo artístico de orden renacentista, no lograba desprenderse del arte musulmán que durante 800 años estuvo asentado en la península”, afirma.

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En consecuencia, aunque pretendieron crear espacios similares a los de Europa, que entonces adoptó las corrientes hispano-mudéjar y neoclásica, gracias al recurso de la decoración no consiguieron substraerse de la tendencia local, evidenciando la intervención de sus creadores indígenas; por lo cual no guardan la equivalencia que se ha pretendido afirmar.

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De tal modo resolvieron, a su muy personal estilo, la necesidad de cubrir el edificio religioso, pero también la de facilitar el entendimiento e interpretación al grupo nativo que lo ha utilizado, reflejando lo más relevante de su fe y las características culturales de la sociedad que los creó.