Michoacán como noticia sigue registrando cambios importantes. Todavía las referencias a Michoacán se hacen en términos de violencia, inseguridad, crimen organizado, complicidades e impunidad. Si bien, también se debe hablar, de los avances en el restablecimiento del Estado de derecho y los esfuerzos para la creación de condiciones al trabajo, la inversión, el empleo y el bienestar de los michoacanos.
Los daños sufridos por la sociedad michoacana, como resultado de la operación de la delincuencia organizada, han sido múltiples y de distinto tipo, colocando a la Entidad en significativos riesgos de desintegración y creciente incapacidad para forjar un futuro propio. Ha sido afectada su estructura económica, las relaciones sociales, el funcionamiento institucional y político, con tendencias al dominio pleno
de la sociedad por los delincuentes.
Un factor común en los recientes tiempos michoacanos, fue la creciente desconfianza en todo y en todos, al lado del miedo provocado igualmente por todo, hasta comenzar a transformar la vida cotidiana de los individuos y grupos, en los ámbitos laborales, educativos, de esparcimiento y públicas, incluyendo la relación con desconocidos y aún conocidos. La desconfianza, el miedo y la sospecha eran parte de las mentalidades y el comportamiento colectivo.
Se desconfiaba y desconfía de los Encargados del orden, Jefes de Tenencia, Presidentes Municipales y Regidores, de los Policías, Jueces, Funcionarios Públicos, de los partidos y de los políticos. La desconfianza era total y cada vez peor. El conflicto prevalecía por sobre la cohesión social.
Sin embargo, esta desconfianza debería comenzar por revertirse en confianza. En las tareas de recuperación de territorios, en la tan anhelada cuarta transformación, los avances corresponden a las expectativas y crece la esperanza de que los objetivos serán cumplidos. Cuando las hipótesis o supuestos respecto a los comportamientos futuros son confirmados, se está construyendo la confianza. El que cumple genera confianza. El que no cumple provoca desconfianza, sean personas, grupos o instituciones. No hay de otra, hay cumplir, para que la confianza regrese y se mantenga como un ente de estabilidad social.
En efecto, se ha dicho que la confianza es el “cemento” social, que permite construir la unidad en torno de objetivos compartidos. Sin ella o hay paternalismo o hay sometimiento. En este caso, ante el gran reto de reconstruir Michoacán, la responsabilidad es de todos, en la confianza de que los resultados finales beneficiarán a todos. La confianza nuevamente se construye, aún en cuerda floja que podría romperse facilmente ante el incumplimiento o la frustración a la sociedad, ansiosa de ver cambios verdaderos y tangibles en sus bolsillos. Las consecuencias podrían ser desastrosas.
La tarea implica el mayor de los esfuerzos para cumplir con las metas que devuelvan a los michoacanos la paz, el respeto y el orgullo de pertenencia. Los esfuerzos deberán verse reflejados en beneficios para todos los michoacanos, agricultores, comerciantes, pequeños empresarios, constructores, maestros, etc.
Las expectativas son amplias. Una nueva historia tendría que comenzar a escribirse.
Licenciada en Administración de Empresas, egresada del Instituto Tecnológico de Morelia, Maestra en Administración de Negocios por el Instituto Tecnológico de Monterrey, tiene el Doctorado en Políticas Publicas por parte del Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales, ININEE, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, así como la estancia Doctoral en la Universidad de Cornell en Nueva York, Estados Unidos