Por Christián Gutiérrez.
Michoacán requiere circunstancias especiales para potenciar su desarrollo ante retos del entorno nacional y global cada vez más desafiantes.
Me refiero, no solo a mayor cantidad de recursos económicos (elementos cuantitativos), sino también una nueva conducta y renovadas formas de gobernar de parte de su clase política y su clase burocrática, en particular, de los dirigentes sindicales (elementos cualitativos).
Lo que necesita Michoacán es seguir en la ruta de sanearse de forma estructural.
El cáncer que por lustros se fue enquistando en el gobierno estatal llegó muy en lo profundo y lo peor, hizo metástasis. Prácticamente invadió todo el sector gubernamental, es decir, los poderes públicos, la administración paraestatal y los organismos autónomos, por lo que el saneamiento debe seguir y debe hacerse a fondo.
Durante los gobiernos de Lázaro Cárdenas Batel, Leonel Godoy Rangél y Fausto Vallejo Figueroa, las cosas se hicieron mal en materia de finanzas públicas, lo que dejó un daño en todo el andamiaje administrativo y económico.
Pero el peor daño generado, fue que quedó sembrado y anclado en la mente de los servidores públicos -de distintos niveles- una forma inadecuada de hacer las cosas: con frecuencia, los servidores públicos buscaron enriquecerse bajo el cobijo del gobierno, los dirigentes sindicales exigen más canonjías disfrazadas de derechos laborales y los burócratas de base, callan por complicidad o por miedo a ser excluidos en los sindicatos que participan.
Desde luego, lo justo es decir que sí hay excepciones a lo que señalo.
La pregunta que cabe ahora es, si esta situación ha cambiado y mejorado con el Gobierno de Silvano Aureoles.
Lo he dicho en público y en privado: el Gobernador Silvano Aureoles Conejo recibió un muerto; un gobierno estatal prácticamente dedicado a pagar sueldos y salarios y “conquistas” sindicales, y por ello, sin la posibilidad de realizar inversión pública productiva en cantidad suficiente.
Sin embargo, ahora existe una luz tenue que da claridad.
Hace unas horas estuvo en Morelia el presidente López Obrador, y su discurso envió algunas señales diferentes. Para el presidente de México, los disensos en democracia son cosa normal y la pluralidad de pensamientos políticos deben ser tolerados para poder reconciliarse.
La relación entre el presidente López Obrador y el gobernador Aureoles Conejo la aprecié distinta a lo que vi hace un par de meses, cuando López Obrador vino a Michoacán en calidad de Presidente electo.
En esta ocasión, los discursos de ambos mandatarios lanzaron la idea de una nueva relación institucional; Silvano Aureoles agradeció y pidió, haciéndolo con nobleza y dignidad, sin soltar temas que han sido bandera del perredista a nivel nacional. Y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, respondió ofreciendo ayuda a Michoacán para que salga del atraso. Lo mejor, es que lo hizo sin vacilaciones.
Soy optimista, pero no ingenuo. Andrés Manuel López Obrador y Silvano Aureoles son de distinta beta política y aún deben conocerse y caminar juntos, sin embargo, los dos son políticos profesionales que tienen en sus manos la posibilidad de cambiar la vida de los ciudadanos que gobiernan y eso los puede hacer trabajar juntos.
Creo que Michoacán puede tener una oportunidad para sanearse estructuralmente. Seguir en la ruta de mejorar las finanzas públicas de Michoacán y desterrar las conductas que solo ven en el gobierno una fuente de riqueza, será un paso adicional al que ya dieron los dos mandatarios.
* El autor es: politólogo, neuromercadólogo,
abogado y comunicador.
@christian_gtz