El domingo pasado, 5 de junio del 2016, se efectuaron una serie de elecciones en distintos estados de la república mexicana para elegir autoridades de gobierno estatal y de municipal, específicamente esto ocurrió en Tlaxcala, Sinaloa, Durango, Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Oaxaca, Hidalgo, Aguascalientes, Zacatecas, Quintana Roo, Baja California, Puebla y la ahora llamada Ciudad de México (CDMX), en el caso de esta última para escoger diputados para una asamblea constituyente.
Como ha sucedido en los últimos años, las encuestas erraron en su predicción, pues la mayoría de ellas daba como ganador al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la mayoría de las entidades federativas con una ligera ventaja, cuando realmente el PRI perdió gubernatura, diputaciones y ayuntamientos en la mayoría de los estados mencionados; el PRI únicamente se quedaría con Sinaloa, Zacatecas, Hidalgo, Tlaxcala y Oaxaca, y dentro de éstos únicamente tendrá control absoluto en Hidalgo y Sinaloa, pues en los otros estado que ganó, la oposición logro obtener un porcentaje considerable de votos, por lo que tendrá que negociar con alguna fracción de la oposición para lograr una buena gobernabilidad.
Esta derrota significativa del PRI con posibles repercusiones en las elecciones presidenciales de 2018, configura un nuevo escenario político, y debe entonces entenderse a qué se debió esta derrota del partido del oficialismo.
Para empezar, la derrota del PRI en estos estados no se debió propiamente a la oferta de candidatos y partidos de oposición, la cual estuvo llena de políticos cuestionables así como alianzas políticas contradictorias (PAN-PRD); realmente se debió al hartazgo social con los gobiernos locales del oficialismo lo que hizo que buena parte de la población votara en contra de los candidatos del PRI. La enorme corrupción, impunidad e ineficacia de parte de muchos gobernantes priistas derivó a los resultados electorales del domingo pasado.
¿Pero qué acontece con la oposición? A raíz de los resultados electorales de hace 5 días los diferentes partidos de oposición han estado presumiendo su fortaleza política frente a la sociedad, el PAN ahora está indicando que en base a los resultados tienen gran posibilidad de ganar la presidencia en 2018; el PRD señala que fue gracias a su colaboración con el PAN lo que permitió la victoria en varios estados tradicionalmente priistas, mientras que MORENA y Movimiento Ciudadano consideran que sus posiciones a lo largo de la república se han venido fortaleciendo con este periodo electoral, lo cual según ellos se traduciría en una mejor aceptación a estos partidos en la sociedad mexicana.
A pesar de que en ocasiones los resultados electorales puedan parecer complejos, éstos operan sobre una base de lógica social, si en 2012 la sociedad votó por un partido y propuesta política específica y al final el gobierno emanado de ese partido no cumplió con los resultados esperados, evidentemente el pueblo terminaría por escoger otra opción en las elecciones siguientes. Incluso la oposición lo sabe, recordemos cómo fue la ineficacia política lo que hizo al PAN perder Jalisco, al PRD perder Guerrero y a Movimiento Ciudadano perder Oaxaca y ahora estos partidos consideran haber aprendido lo suficiente de estas derrotas.
Realmente no puede decirse que se tiene una oposición fuerte, de hecho aún le queda mucho por aprender, así como mucho que corregir en los territorios donde ejerce el poder, quizá efectivamente la oposición ahora supo canalizar el enojo ciudadano para catapultar a sus candidatos, pero esto se debió más a errores del PRI que a los aciertos de los diferentes partidos de la oposición.
El ideal de una democracia es que se tengan diferentes movimientos políticos como opción para que los ciudadanos puedan elegir el que más les interese, y desde luego este ideal contempla que se genere un equilibrio entre un gobierno transparente y eficaz y una oposición abierta al dialogo pero firme en sus convicciones y sobre todo siempre atenta para señalar fallas y errores para así no cometerlos en caso que llegara al poder. Como ciudadanos debemos preguntarnos si en nuestro país existen esos elementos, en caso de que así sea, estamos entonces en camino de consolidar una auténtica democracia, pero en caso de que tales elementos del ideal democrático estén faltando, tal vez sea hora de reflexionar y ver hacia donde realmente nos está dirigiendo nuestra clase política actual.