Desde temprana hora cientos de trabajadores de la construcción se dieron cita hoy en la Plaza Morelos frente a San Diego, la finalidad, como buenos católicos bendecir la Santa Cruz que colocaran en lo más alto de la construcción en proceso; después la celebración.
El tres de mayo comienza desde temprano se ponen guapos; le dan una limpiada a la obra; unos los más pudientes compran cruces adornadas con flores, otros, los más, la improvisan con la madera de la obra o con cualquier otro material.
Más tarde comienza la celebración dependiendo de la región del país; las carnitas, birria o unos bisteces se hacen presentes, obvio no faltan las cervezas que desde temprana hora comienza a morir en el hielo; ya entrada la tarde el desempanse se antoja, un vinito si como no. ¡Total mañana es domingo!.
La palabra albañil, es una voz arábiga, que proviene de la palabra banni, que significa “el que edifica”.
Hay varias versiones sobre las celebraciones de la Santa Cruz el portal Sipse muestra algunas de ellas:
Santa Elena de la Cruz
Según crónicas antiguas, el 3 de mayo del año 292, Santa Elena encontró la cruz donde murió Cristo. La emperatriz Elena, esposa de Constancio Cloro, estaba obsesionada en encontrar la Cruz de Cristo, por ello pidió a su esposo la autorización para demoler el templo dedicado a uno de los dioses romanos, construido sobre el monte Calvario, pues estaba segura de encontrar la reliquia bajo el gran templo.
Para ello movilizó a muchos trabajadores de la construcción y precisamente el 3 de mayo bajo los escombros aparecieron no una sino tres cruces, por lo que dedujo que una correspondía a Cristo y las otras a los ladrones crucificados a su lado: Dimas y Gestas.
Pero, ¿cómo saber cuál era la cruz de Jesús?. La emperatriz Elena mandó que le llevasen a su presencia un difunto próximo a ser sepultado y le colocaron encima cada una de las cruces, y cuando lo tocó una en específico recobró la vida. Ya no había duda, esa era la cruz en que murió el Redentor del mundo. Por esta razón la emperatriz Elena fue canonizada y se le venera como Santa Elena de la Cruz.
Las cruces de Constantino
Otra historia, con mucho de leyenda, refiere que a la muerte de Constancio Cloro fue proclamado emperador su hijo Constantino quien, cuando marchaba hacia Roma con sus tropas para enfrentar a los bárbaros de Majencio, que pretendía apoderarse del imperio romano y cuyo ejército era muy superior.
Sintiendo Constantino que necesitaba una ayuda extraordinaria, pidió auxilio al dios de los cristianos y su oración fue atendida. Esa tarde, hacia la puesta del sol, apareció en el cielo y a la vista de todo el ejército una cruz luminosa con la inscripción “In hoc signo vinces” (Con este signo vencerás).
Esa misma noche se le apareció Cristo en sueños mandándole que hiciese una bandera tomando como modelo la cruz que se le había aparecido y la portara en todas las batallas.
Así lo hizo: Majencio fue derrotado y en su huída se ahogó en el Río Tíber; desde aquel día, como prenda de su victoria, Constantino mandó poner la cruz como remate de su corona, lo mismo que en las banderas y en lo alto del Capitolio.
Como primer acto de gobierno promulgó el edicto de Milán en el año 313, por el cual concedió a los cristianos la libertad de culto, restituyéndosele las iglesias y demás pertenencias de que habían sido despojados.
El México prehispánico
En México, como parte del sincretismo entre las culturas española y prehispánica, los trabajadores de la construcción adoptaron la cruz para su celebración. Esta tradición data de la época colonial, con la formación de los gremios, y según viejas crónicas fue impulsada por Fray Pedro de Gante.
La celebración fue suprimida del calendario litúrgico por el papa Juan XXIII, sin embargo los albañiles de México mantuvieron viva esta tradición. Dado el fervor religioso, el Episcopado mexicano hizo las gestiones para que en México continuará vigente la celebración de la Santa Cruz.
También se cree que la celebración del Día de la Santa Cruz se heredó desde la época prehispánica, previa modificación de los evangelizadores españoles después de la Conquista, y tiene su antecedente en los rituales practicados por las culturas precolombinas para la petición de lluvias y la obtención de buenas cosechas, que se efectuaban al inicio del ciclo agrícola, alrededor de los primeros días de mayo.
Cuando los evangelizadores españoles llegaron al antiguo territorio mexicano, modificaron algunas creencias para que tuvieran similitudes con las de la religión católica.
Así, durante la Colonia (1521-1821), el ritual prehispánico para la petición de lluvia a Tláloc, dios de la lluvia, se transformó en rezos para las buenas cosechas y se incorporó a la devoción de la Santísima Cruz, la cual se ubicó el primer domingo de mayo dentro del calendario católico, que es el mes mariano o de la Virgen María, día en que se le hace la petición a su hijo Jesús.
A partir del siglo XX, la gran fiesta de petición para la buena cosecha se vinculó con más fuerza a la actividad de la construcción, tanto en los pueblos rurales como en las ciudades.