Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Aunque en los discursos gozamos de mostrarnos intransigentes y defender posturas que no dan concesión a puntos intermedios, en la cotidianidad siempre estamos viviendo entre las ponderaciones y la elección de situaciones que sean las menos desfavorables, no precisamente las óptimas.
Como economista rápido se aprende que los óptimos no existen y que debemos buscar -en todo caso- las condiciones en las que perdamos menos. En la política ni hablar, la negociación es parte de todo proceso y quien espere recibir todo sin dar concesiones está simplemente extraviado y carece de posibilidades efectivas de cumplir sus propósitos.
Pero cuando expresamos nuestras convicciones solemos hacerlo de tal manera que parezca que somos más firmes y resolutos que la estatua de cualquier héroe nacional. Es así que parecemos ser partidarios del “todo o nada”, situación que no se cumple en ninguna realidad efectiva.
En esa postura del todo o nada hemos sido testigos de los más terribles juicios en contra de personalidades, que sin pretender llevarlos a la altura de santos, merecen ser evaluados en un contexto histórico y humano.
Hace casi ocho años, un grupo de personajes del medio rural michoacano decidieron levantarse en armas para detener los ataques de los grupos del crimen organizado que tenían en jaque a Michoacán.
En una de las primeras entrevistas relevantes, José Manuel Mireles aseguró que el factor que detonó el surgimiento de las denominadas autodefensas fueron los abusos de parte de los maleantes a las mujeres de las comunidades, pues los delincuentes pasaron de pedir cobro de piso a exigir la entrega de las mujeres de los poblados para ser abusadas, incluso asesinadas.
¿Esto convierte a Mireles en un héroe del feminismo? Para nada, su defensa de las mujeres era la defensa de algo que consideraban extensión de ellos como hombres, pero este matiz tampoco los hace iguales a los maleantes que robaban, violaban y mataban mujeres.
Por sus dichos machistas y acciones como cortejar y eventualmente contraer matrimonio con una mujer menor de edad, Mireles mereció el escarnio de la opinión pública, es justo. Pero hoy que ha fallecido, equipararlo con los delincuentes a los que enfrentó, quienes no sólo tienen dichos y acciones machistas, sino que son feminicidas y violadores, es un despropósito total.
Más aún, cuando quien los condena es aquel que nunca en su vida ha movido un dedo por defender la justicia, mucho menos ha puesto su vida en ello.
Maradona está lejos de ser un héroe, y de igual modo se mostró en muchas facetas de su vida como un ser humano lleno de debilidades; fue un deportista excepcional y en el espectro político se situó, a pesar de lo que ello le costara, del lado de pueblos víctimas de saqueos, ultrajes y humillaciones ancestrales.
Hoy cuando una jugadora española, se niega a rendirle homenaje, hace lo justo al Diez, hace valer su posición pública para denunciar algo con lo que está en desacuerdo, como el mismo Maradona lo hubiera hecho, y eso es de celebrarse.
Y sí, Maradona fue machista y abusivo, pero entre aquellos empresarios, políticos y demás hampones a los que él desafió hay seguramente criminales que han hecho peores atrocidades. Desde luego no es justificación alguna, pero mientras la mayoría se distrae apedreando al personaje del pueblo, el magnate se regodea en el más oscuro anonimato.
Los tremendos errores cometidos por estos personajes deben ser lección para quienes han mostrado entusiasmo por su trayectoria; y sus aciertos celebrados, también en su justa medida.
No es esta una petición para elevarlos a rango de santos, pero qué sentido tiene hundirlos en el más profundo infierno con toda su obra, mientras damos la espalda a las injusticias que ellos denunciaron y combatieron.
A final de cuentas, en nuestra cotidianidad estamos bastante acostumbrados a cerrar los ojos ante un sinnúmero de injusticias por pura comodidad de mantener intacto nuestro estilo de vida.
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