Foto: Internet/Vanguardia

El gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, exigió a los Ayuntamientos y empresas dedicadas a la construcción a desterrar la practica corrupta tan arraigada en México de pedir o dar el diezmo o moche por las obras.

Dijo que con esta práctica quedamos mal todos con la ciudadanía, porque el diezmo o el moche lo único que genera es que se construyan obras de mala calidad donde finalmente el ciudadano paga los platos rotos.

De que se trata…

La lógica de este “impuesto” es que se concursa una obra, se adjudica a un constructor que supuestamente ofreció mejores condiciones y este tiene que regresar al presidente municipal o a la autoridad que concedió la obra, el diez por ciento de lo que le pagó el gobierno por esa construcción.

Pero el asunto de fondo es que obviamente el constructor no pone de su bolsa ese “impuesto”, a veces se cotiza más alta la obra para poder cubrirlo, pero la práctica general es que el empresario reduce costos es decir baja la calidad de los materiales que utiliza en la obra, con esto genera ahorros y paga el diezmo.

Pero eso no lo es todo, el diezmo se paga a lo largo y ancho del territorio nacional, los constructores no son los únicos que cubren este “impuesto”, que según el Banco Mundial, le cuesta a México el 9 por ciento de Producto Interno Bruto.

Los empleados tanto de base y sobre todo los de confianza en cientos de ayuntamientos deben pagar ese diez por ciento si desea conservar su trabajo. En la Cámara de Diputados, existe una partida conocida como Ramo 23 que es un fondo de apoyo especial para las entidades y municipios, que es una caja chica de los diputados quienes autorizan el dinero a cambio de hasta el 40 por ciento, dicen.

Desde donde viene…

El diezmo, -décima parte-, aparece en el Antiguo Testamento, como una concesión que se le daba a los sacerdotes y levitas (de la tribu de Leví), que por dedicarse a difundir el culto se quedaron sin tierras cuando se repartieron en Canaán. En el Nuevo Testamento no hay referencia a esta práctica, no obstante la Iglesia Católica sigue apostando a la bondad de sus fieles par mantener económicamente las actividades propias.

En algunas épocas de la historia la práctica fue tan difundida y arraigada en aras de la fe, que los feligreses sí entregaban íntegro el diez por cierto de los que en un año se habían ganando.


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