Las encuestas electorales ¿certezas o incertidumbres
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Sin lugar a dudas, en los actuales sistemas democráticos uno de los elementos más relevantes dentro de los procesos electorales son la realización y difusión de estudios demoscópicos. Esta afirmación se basa, porque éstos son las herramientas que dan a los ciudadanos información y ayudan a explicar el comportamiento del electorado, aunque es importante señalar que no pueden ser catalogadores como predictores infalibles.

     De acuerdo con los especialistas en este tema, los sondeos de opinión se remontan a la década de los 30 en los Estados Unidos, cuando George Gallup, Elmo Roper y Archibal Crossley comenzaron a estudiar y documentar la opinión del electorado norteamericano e identificaron en 1936 al ganador de los comicios presidenciales, Franklin Delano Roosevelt.

     En lo que respecta a Latinoamérica se ha visto más rezagada en este proceso. Fue en la década de los ochenta con las transiciones de gobiernos autoritarios a democráticos, que se empezó a desarrollar este tipo de estudios. En el caso de México, el antecedente más relevante de un estudio de opinión pública se puede ubicar de forma oficial en la encuesta realizada en 1988, para la elección presidencial del momento, y en la que resultó vencedor el priista Carlos Salinas de Gortari bajo acusaciones de fraude electoral.

     En la actualidad con sus fortalezas y limitaciones, las encuestas juegan un papel relevante en las campañas porque brindan información al votante y ayudan a formar la opinión pública. Aunque también es importante decirlo, son utilizadas ampliamente con fines electorales tanto por partidos políticos como por medios de comunicación.

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     En este sentido, en los últimos años ha surgido el debate sobre la certidumbre o desconfianza que generan las propias encuestas. Por una parte, existe un circulo de actores políticos que le da una categorización de ser una “una fotografía del momento” y, por otro lado, existe un circulo que las desacredita de forma inmediata por ser parciales y “tendenciosas”.

     Desde mi perspectiva, tratándose de un fenómeno que no sólo atañe a México, es sustancial que toda encuesta sea sometida a una revisión crítica del método y del contexto de interpretación. Debemos recordar que los estudios demoscópicos son mediciones muestrales de una determinada población, la incertidumbre en los datos obtenidos es intrínseca al estudio, y es medida en éste por el error muestral aceptado.

     Ahora bien, por encima de todos los argumentos a favor y en contra de las encuestas, tenemos una realidad innegable: el electorado mexicano no es el mismo de antes. La alternancia partidista que ha vivido en los últimos 30 años el país, tanto en la presidencia de la república, las gubernaturas de la mayoría de los estados, las presidencias municipales, así como los congresos locales, ha conformado un electorado más plural e informado. Esto ha generado una competencia electoral más reñida y que la toma de decisiones al momento de votar del ciudadana sea más compleja y variable.