Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
El ser humano es un animal que nace totalmente indefenso, necesita de su sociedad para sobrevivir y acabar de formarse, este último proceso, conocido como socialización se lleva a cabo en distintos espacios: la familia, la escuela, el barrio, y muchos actores participan de ello: padres, maestros, amigos, comunicadores.
La formación escolar en general se sustenta en modelos, que tratan de simplificar la realidad hasta generar primicias bastante elementales y fáciles de comprender, también así funciona la propaganda, pero prácticamente toda comunicación destinada al adoctrinamiento opera igual; desde los diez mandamientos hasta las normas morales más actualizadas.
“No robarás”, es un mandamiento enfático y que deja poco espacio a la interpretación, aunque tanto la iglesia como el Estado puedan coincidir en que hay condiciones en que es comprensible. Por ejemplo se podría abrir todo un debate acerca de qué cuál debe ser la prioridad para un padre, obedecer ese mandamiento o salvar a su hijo de la muerte.
Además de mandamientos, leyes y normas, desde la primera infancia estamos en contacto con numerosas moralejas, cuentos, programas de TV, dibujos animados; en todos ellos nos encontramos con constantes llamados a diferenciar lo correcto de lo incorrecto y obrar de acuerdo a tales normas.
Muchas de esas normas se van volviendo más estrictas o laxas de un momento a otro. Hoy ṕrácticamente nadie defendería una norma que diga que la mujer debe ser obediente a su pareja; y afortunadamente hoy se enciende más de una alerta al escuchar a un niño acusar a un adulto de algún comportamiento inapropiado.
Los problemas sociales siempre han sido complejos, pero hoy algunos toman una importancia que en el pasado no se consideraba, y para algunas personas eso genera incertidumbre y una gran incomodidad. Pero lejos de replantearse sus relaciones hacia el dilema, por ejemplo la relación de género, optan por renegar de esa realidad.
Entonces buscan culpables en una sociedad que les parece exagerada y “débil”, que de todo hace líos; y entonces las figuras que plantean respuestas maniqueas -o es blanco o es negro-, les parecen atractivas, porque reducen la complejidad del mundo a una situación elemental, totalmente irreal, pero que parece hacer mucho sentido.
De ese modo se explica la gran atracción que generan personajes que fundan sus discursos en propaganda vil, que hilan premisas que a primera vista parecen lógicas e infalibles, pero en realidad son verdades a medias. Además las dicen con gran seguridad y soberbia, provocando paz en quien se encuentra eternamente confundido en un mundo tremendamente complejo.
No se trata de echar por tierra nuestro aprendizaje básico, que es una valiosa guía para nuestros primeros pasos en la vida, pero que debe ser superado constantemente.
Como todo matemático empieza aprendiendo en una línea recta sobre la que brinca un conejito, para años más tarde comprender que la realidad dista mucho de ser lineal, así todos debemos entender que la vida social también es altamente compleja y difícilmente puede reducirse a simples enunciados válidos para todo tiempo y lugar.
Nuestra niñez está marcada por historias en las que el bien se enfrenta con el mal, y ambos son simplemente puros, no hay espacio a complicaciones ni debates; pero como la vida real no es así, hay quienes se resisten a madurar mental y emocionalmente y prefieren, por comodidad, ver al mundo como esas luchas entre buenos y malos.
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Esa misma pereza hace que sea más fácil suponer que el sistema en que vivimos es consecuencia de conspiraciones y personajes siniestros que operan lejos de nuestra percepción, en lugar de ejercitar nuestro razonamiento crítico.