Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus
Condenado a ser un apéndice de los Estados Unidos de Norteamérica, México no puede escapar a las consecuencias de lo que suceda en la política del vecino, la relación también es inversa, pues a ellos les afecta lo que suceda en México, pero los poderes de una nación y de otra son totalmente asimétricos.
Aún si en los resultados finales la victoria es para Joe Biden, el golpe que ha dado la administración Trump a la democracia estadounidense dejará huellas difíciles de borrar, pues la constante tendencia del partido repúblicano a posiciones cada vez más conservadoras, lejos de promover posturas más progresistas entre los demócratas, los ha llevado también hacia la derecha.
Además, queda claro que una parte espeluznantemente grande del electorado estadounidense está dispuesto a defender esas posturas, aunque no las comparta del todo, pero considera que puede vivir con los excesos.
Un ejemplo de ello son los pequeños empresarios que consideran que Trump ve por sus intereses, aunque “no estén de acuerdo” con su discurso xenofóbico, pero esa puede ser sólo una forma de curarse en salud.
El tema de la oposición al aborto es uno que de igual modo aglutina a un número importante de votantes, al grado de que éste se ha ido convirtiendo en un factor central para determinar las agendas políticas y las decisiones electorales.
Lo último que podría hacer es defender la hipocresía de los autodenominados “provida”, pero existe la posibilidad de que no estén de acuerdo con otros puntos de la agenda de Trump, sólo en el que se refiere a estar en contra de la libertad de elegir para las mujeres, que para el caso tampoco es muestra de que posean grandes valores democráticos.
Lo que define a los partidos políticos de nuestra era es más el acceso a la administración del poder y por tanto, la obtención de votos, que un verdadero compromiso con posturas políticas bien definidas, por eso mismo a los demócratas les preocupa más atraer a una parte del electorado conservador de Trump, que defender posturas con un corte más progresista.
Para México no queda más que observar todo el proceso desde la tangente, como simple espectador, sin que eso signifique que la decisión no tenga implicaciones locales. Los insultos de Trump no son mínimos, y como nación no pueden ser pasados por alto, sin embargo, en términos económicos, México volvió a ser el principal socio comercial de EEUU.
A esto, hay que sumar que de alguna extraña manera, López Obrador ha logrado llevar una relación sin grandes altibajos con el actual mandatario estadounidense, aunque ello ha implicado poner a la Guardia Nacional a su servicio como primer filtro migratorio.
Además de que México en la práctica está funcionando como “tercer país seguro”, donde los migrantes de toda Centroamérica deben esperar una respuesta a su petición de asilo; aún así, la política migratoria de los demócratas está lejos de ser ideal para México.
Concretamente para López Obrador no se puede pasar por alto la estrecha relación de los demócratas con Felipe Calderón y el panismo, es un factor que seguro le genera más incomodidad que la de lidiar con el energúmeno naranja.
Es muy probable que si la triunfadora hace cuatro años hubiera sido Hillary Clinton, López Obrador hubiera encontrado más interferencia de parte del vecino del norte para lograr la victoria en 2018. Las simpatías de la ex secretaría de Estado hacia Margarita Zavala eran notables.
Trump enfrenta tantos problemas internos que su acción en el terreno internacional ha sido deplorable, pero también ha representado un respiro para muchos países, sus intentos más agresivos, como el de imponer a Guaidó en Venezuela, fueron un fracaso contundente.
Ingresa a: Los retos de Morena, nacionales y estatales
Pero el desvanecimiento de EEUU como país hegemónico a nivel global sólo puede ser el aviso del ascenso de un nuevo centro de poder, lo que implicará otra crisis para México, fiel dependiente de ese sol que empieza a apagarse.