Por: Enrique Rivera Hernández
La política se puede entender desde el término que deriva del latín “politicus” y que posteriormente se interrelaciona con el griego desde “politika”, que se puede pensar como lo propiamente público; así mismo “politiko´s” se puede plantear como lo civil, lo de los ciudadanos, es decir en donde convivimos todos, un tercer empleo puede ser “polis” que se puede articular como ciudad o Estado.
De tal manera que la política se puede pensar en un complejo total donde toda la ciudadanía tiene en teoría la misma importancia, en donde todas las personas tienen una importancia sustancial en el desarrollo de la comunidad, cierta responsabilidad implícita desde el momento de ser ciudadanos, es decir, ser sujetos, desde nacer.
En esa responsabilidad implícita es necesario asumir cierto compromiso en la toma de decisiones que se tienen que llevar a cabo día a día, bien sea para buscar el bien común de la colectividad o bien sea para buscar favorecer los intereses de unos cuantos.
La política entonces bien entendida e implementada desde una perspectiva crítica, colectiva, del bien común, se puede entender como una actividad diaria en donde todas las personas se pueden escuchar de manera respetuosa, intercambiar ideas, posturas, prácticas y vivencias con la finalidad de poder organizar y promover acciones que brinden actividades productivas en el desarrollo de la comunidad, teniendo como horizonte el establecimiento de una vida digna para toda la sociedad, otorgando como mínimo de manera segura educación, salud, alimentación, vestido, vivienda, tiempo de esparcimiento, así como salario y prestaciones laborales que permitan asegurar la cobertura estas necesidades.
Dichos consensos deben ser respetados por todos los participantes en la toma de decisiones, en donde cada ciudadano plantee de manera libre, autónoma, desde su capacidad cognitiva y retórica la solidez de su argumento, para que con ello se sumen las voluntades para crear instituciones que permitan dar permanencia y continuidad a la gobernabilidad de toda la población y de las decisiones emanadas del pueblo, para en la práctica diaria transformar la realidad de todos.
La responsabilidad plateada anteriormente no todas las personas la desean asumir, pues siempre resulta más cómodo evitarla, ya que genera cierta carga moral y ética la participación política, en donde de manera metafórica hay quienes tiran la carga a mediados del camino para solo observar a quienes la siguen asumiendo.
De tal manera que la convergencia de voluntades y responsabilidades en la búsqueda del bien común se puede entender como el principio del poder político; entendiendo que el poder político no se toma por la fuerza, no se exhibe a la fuerza, no se ejerce con violencia en cualquiera de sus modalidades, no es un ejercicio opresor o espurio, el poder político es para servir al otro, para ser un servidor, no es paras servirse.
El poder político es del pueblo en general, aunque en ocasiones se le acose, se le intimide y se le demande no expresarse.
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El poder político no es ejercido por un juez, un diputado, un presidente, un senador, un gobernador, un síndico, pues ellos solo asumen el poder que el pueblo en teoría les ha otorgado y su cargo o su autoridad no es para someter o alimentarse el ego, para ser prepotentes y con ello apropiarse de manera indebida de propiedades o riquezas.
El poder político emanado del pueblo se puede resumir en el artículo 39 de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, aunque tal parece que en ocasiones quienes quieren ostentar poder quisieran que se olvidara.