Por: Marx Aguirre Ochoa
El federalismo mexicano está relacionado con la integración y funcionamiento del Estado Nacional, que incluye la relación con los niveles de gobierno, la federación las entidades y los municipios, con sus funciones y atribuciones, con los procesos de descentralización y con la distribución de los recursos públicos.
Un país diverso en su naturaleza, pluriétnico y pluricultural como México, no puede ser sino federalista, con retos que consisten en el abandono del centralismo, para lograr identificar los intereses y objetivos estatales y municipales, con los grandes intereses y objetivos de la Nación como un todo, de manera que las prioridades de las partes, coincidan con las prioridades del conjunto, evitando que el país se deshaga o que las partes se anulen.
El Artículo 40 constitucional, establece que “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica, federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental”.
En cuanto a los municipios, el Artículo 115, dispone que “los estados adoptarán para su régimen interior, la forma de gobierno republicano, representativo, democrático, laico y popular, teniendo como base de su organización territorial y de su organización política y administrativa, el municipio libre..”
Consecuentemente, el federalismo mexicano, que en su establecimiento incorporó la diversidad de características e interés locales, en la realización del Proyecto Nacional, hizo posible la unidad del país, conservando y fortaleciendo la independencia, la soberanía y los impulsos fundamentales para el desarrollo y el bienestar de los mexicanos.
Sin embargo, como fenómeno histórico, el federalismo también ha estado acompañado de resultados no deseados como los grandes desequilibrios y desigualdades entre regiones, entidades y al interior de cada entidad, así como en sus capacidades y potencialidades para alcanzar la prosperidad y niveles de calidad en la vida de sus habitantes. Obviamente no son lo mismo los estados del norte del país y los estados del sur, en su representación de atraso y marginación.
Pareciera que fatalmente existen entidades, municipios y regiones condenados al atraso y al estancamiento, toda vez que han carecido de capacidades propias para el desarrollo, debiendo mantener una relación de dependencia, respecto de los recursos e impulsos externos para lograr cambios significativos. Pareciera que a partir de ellos mismos, siempre habrá estados y municipios pobres, frente a estados y municipios ricos, formando los dos México, correspondientes a los ricos y a los pobres.
Distintos problemas del federalismo mexicano, están relacionados con el origen de los estados y municipios, cuando en su formación prevalecieron los criterios políticos por sobre los criterios de desarrollo. Intereses territoriales y cacicazgos, en un contexto de incomunicación e ignorancia, hicieron que en frecuentes casos, por cada latifundio surgiera un municipio y por cada cacicazgo una entidad federativa.
Por sus resultados económicos, sociales, culturales y políticos, el federalismo mexicano debería someterse a una revisión y evaluación rigurosa, que permitiera la reorganización territorial de la República, para que con mayor integración nacional, el país alcance sus objetivos de transformación de acuerdo con los cambios que el mundo globalizado exige.
Algunas experiencias novedosas han sido ensayadas en México, como son las relativas al desarrollo por regiones, identificadas con cuencas hidrológicas, utilizando enfoques que permitían superar el aislamiento de municipios y estados que compartiendo problemas y necesidades, cada quien actuaba por su lado, en el esquema de que “cada soldado, por su cuenta, quiere ganar la guerra”.
El desarrollo del país, sustentado en regiones geo-económicas, sociales y culturales, parece tener el atractivo de combinar y potencializar sus recursos y esfuerzos, para obtener resultados que aisladamente son imposibles de obtener. Por ello, el análisis y el debate del federalismo mexicano, en sus ventajas y debilidades, es una oportunidad de cambio, en momentos en que discuten e implementan las grandes transformaciones nacionales. Los verdaderos cambios vendrán de abajo hacia arriba, de las comunidades, de las localidades, de los municipios, hacia los gobiernos estatales y federales.