Por: Marx Aguirre Ochoa
En los últimos tiempos, un concepto utilizado reiteradamente en el lenguaje de los gobernantes, está referido a la confianza y a la necesidad de restablecer está condición, tanto en la relación de la sociedad con el gobierno y los gobernantes, como en la relación entre la gente misma, entre los ciudadanos.
Actualmente, es difícil afirmar que entre los michoacanos exista la confianza y más en estos tiempos de Covid, se desconfía de todo y de todos, hasta, parece que existe una “cultura de la desconfianza”, en donde la confianza ha llegado a convertirse en un sinónimo de debilidad, vulnerabilidad y exposición a los riesgos del abuso, la arbitrariedad y la inseguridad de las personas y sus pertenencias.
Se desconfía de los gobernantes, de los partidos políticos y de los políticos, sobre todo si son de profesión, de los dirigentes de organizaciones de trabajadores y empresarios, de los “curas” y de los maestros, del comerciante y del vecino, de todo aquel o aquello respecto a lo cual no puedan hacerse predicciones certeras de su comportamiento, y con el Covid, desconfiamos hasta de la mirada.
Esto es muy importante en una sociedad, ya que en conjunto, la desconfianza permea todo el sistema social y su eliminación, posee mayor complejidad de lo que podría suponerse. Lo mismo con las preocupaciones por el uso del teléfono y el trato con conocidos y desconocidos. Existe, sin duda, una cultura de la desconfianza, que a través de las mentalidades está presente en cada momento de la vida diaria.
En una perspectiva sociológica, la confianza es una predicción cumplida respecto al comportamiento de los demás. Es la realización de lo que se espera de los otros. Es una anticipación de comportamiento frente a situaciones determinadas. Es una hipótesis de conducta plenamente verificada.
Por eso, en términos políticos, cuando hay confianza en el ejercicio del poder, en los gobernantes y en el conjunto del sistema político, todo avanza para hacerse obedecer por medio de la voluntad colectiva, el uso de la fuerza resulta completamente innecesario. Cuando las políticas públicas, los programas, acciones y visiones asumidas por el gobierno, se perciben en sus resultados favorables para la sociedad entonces hay confianza colectiva y legitimidad en las prácticas de mando.
En este sentido, la confianza está relacionada con la legitimidad y la congruencia. No hay confianza sin legitimidad como tampoco de congruencia. Confianza y desconfianza corresponden a la existencia de problemas y la manera de resolverlos, en el contexto de una realidad que cambia. Ello permite la afirmación que la desconfianza, puede descomponer el orden social, el bienestar común y la correcta impartición de justicia. Sin duda, esto pone a prueba las acciones de cualquier gobierno para generar confianza de sus acciones entre la sociedad, que tienen que estar acompañadas de aprobación unánime y resultados viables y positivos. Un claro ejemplo que tenemos de generación de confianza, son las acciones emprendidas por el Gobierno Federal ante la contigencia del Covid. Las políticas públicas implementadas en esta pandemia han puesto en duda la legitimidad con la congruencia y el ejemplo.
La recuperación de la confianza representa un proceso que consumirá tiempo y conductas sistemáticas de congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, de correspondencia entre las formas y los contenidos.
Es incuestionable que la construcción de una cultura de la confianza, es imprescindible para la convivencia en un marco de respeto a las instituciones y a la buena ley. Entonces, ahí el reto. Referido a la recuperación de la confianza en los distintos ámbitos y niveles, en el trato con los demás, en el policía, la política, en el gobierno, en los politicos, en el empresario, en la sociedad misma, la confianza la construimos cada quien en transversalidad.
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