Por: Benjamín Mendoza
Tras la jornada electoral del pasado domingo, donde la oposición perdió cuatro gubernaturas de las seis disputadas, la Cumbre de las Américas quedó inaugurada. Como es costumbre, la oposición cambio el chip discursivo, ahora, después de la terrible derrota que sufrieron a manos de la coalición del presidente, el clamor absurdo de victoria se ha transformado en un cúmulo de desacreditaciones sin fundamento, con la viscera se han abalanzando sobre la figura presidencial por haber tomado la dignísima decisión de no asistir.
La Cumbre de las Américas nació en el año de 1994, convocada por el presidente Clinton, con la firme convicción de hacerse con el control político y económico del continente después de que su contraparte, la Unión Soviética, había colapsado. Desde entonces, cada tres años, dicha cumbre reúne a los mandatarios continentales en el territorio estadounidense para discutir, lo que Norteamérica llama “problemas y desafíos compartidos por la región”. La agenda actual de la cumbre que ahora, tiene lugar, se limita a discutir el calentamiento global.
Desde Clinton hasta Biden, marginando del comentario a sus antecesores por la injusticia anacrónica que cometeríamos, y no por su inocencia, la Cumbre de las Américas sólo ha servido a los intereses comerciales e injerencistas de los Estados Unidos. La Cumbre de las Américas ha fungido como un foro para presionar históricamente a las naciones, que en distintos momentos, se han negado a abrir sus fronteras comerciales a las empresas transnacionales de Wall Street, para presionar a las naciones que han repudiado la injerencia de la CIA, la DEA, el FBI y la Escuela de las Américas en su política interna; al igual que la OEA que fue creada con el objetivo de asfixiar a la Cuba revolucionaria, la Cumbre de las Américas tiene como principal función el espionaje y el señalamiento de aquellas naciones que por decisión propia, no ceden ante el imperio y construyen caminos económicos y políticos propios.
La decisión de no asistir, al menos que se invitara a todos los mandatarios del continente, por parte del presidente López Obrador, marca un hito en las relaciones bilaterales de ambas naciones, pero también sienta un precedente histórico para todos los pueblos de América Latina y el Caribe, y es que su decisión, lejos de legitimar “dictaduras” como la derecha nacional e internacional quiere hacernos creer, pasa más por convertirse en el portavoz de una región del mundo que históricamente ha sido golpeada, saqueada e intervenida por los imperios coloniales desde hace 500 años, la cual, debido a estos acontecimientos, ha mantenido, en el clamor de las grandes mayorías, un repudio también histórico a la Doctrina Monroe plasmada, recientemente, en la Operación Cóndor, los golpes de Estado del siglo pasado y las campañas rapaces de desprestigio que actualmente sostienen medios de comunicación sobre regímenes que, con todo y sus errores propios, anteponen su soberanía a los espejos y promesas de desarrollo. Su decisión se trata de justicia, sí, pero también de solidaridad, de liderazgo, de dignidad.
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El cambio climático es, sin duda, un tema de gran importancia, sin embargo, lo que no nos dice Biden y sus paleros a lo largo y ancho del continente y del país, es que no hay nadie que genere más calentamiento que las empresas transnacionales que ellos respaldan y por las cuales, son capaces de desestabilizar países enteros financiando la violencia, la calumnia, la mentira, enarbolando un discurso negativo asociado a la antidemocracia y el nulo respeto de los derechos humanos para justificar su ambición. Y los problemas que de verdad importan, ¿dónde quedan? Temas como la inseguridad y la violencia propiciada por la compra y venta de armas de sus contratistas, ¿Cuándo se van a tratar? El despojo, el desplazamiento de comunidades enteras y el abuso laboral de las mineras canadienses, ¿Para cuándo? La miseria, la desigualdad y la falta de oportunidades, ¿Tienen espacio en esa agenda? El capitalismo intenta subsistir equilibrando la balanza con pequeñas conquistas, el imperialismo depreda montañas, valles, mujeres, hombres, niños, todo.
Llevan por nombre derecha, se apellidan hipocresía. Contra todo lo que tenemos en frente, con todo lo que nos dejaron, incluyendo una relación comercial casi inquebrantable con los Estados Unidos, donde no podemos hacer mucho sin que implosione el mercado
mexicano, el presidente López Obrador nuevamente le recuerda al anfitrión y a sus adversarios en México, que si no invitan a todos a la fiesta, respetando la autodeterminación de los pueblos, el tampoco asistirá, que en el terreno político la vergüenza puede más que el dinero, que en este país quien manda, es él.
Con el 70% de aprobación, arrasando cuatro estados para posicionarse con 20 de 32 gubernaturas, dándole voz a millones de latinos y caribeños, una oposición derrotada y mucha dignidad, el presidente hoy puede jactarse de haberle hecho honor al nombre de su coalición, al no asistir a la cumbre a la ignominia y sumar el respaldo de varios países replicando su postura, ha hecho historia.