AMLO empieza a toparse con la terca realidad global. Ése será el mayor contrapeso que enfrente La 4a Transformación.
No le haría mal al presidente electo ponerse a reflexionar en las sabias palabras que pronunció Enrique de la Madrid, secretario de Turismo, en un video que subió a las redes sociales, el pasado domingo, para alertar sobre las consecuencias de suspender las obras en el aeropuerto de Texcoco:
“La confianza lleva años construirse, segundos destruirse y una eternidad restablecer”.
Y es que ante la incertidumbre de lo que será la política energética de México en el gobierno de López Obrador el deterioro del perfil crediticio de Pemex y la estrategia comercial de esa empresa, los mercados ya muestran nerviosismo.
La confianza empieza a perderse. Los datos preocupantes se multiplican. La Bolsa de Valores, que llegó a alcanzar 50 mil puntos hace algunos días, cerró ayer en 46 mil 962.
En ventanillas bancarias el dólar se cotizó en 19.70 pesos, una pérdida de 15 centavos en relación con el pasado viernes.
Ya son cuatro sesiones consecutivas que baja la moneda nacional. El retroceso acumulado en ese lapso es de 3.25 por ciento.
Así el peso se colocó como la moneda emergente que peor se comportó en los últimos días, según Bloomberg.
A eso hay que sumar que el pasado 19 de octubre, la calificadora Fitch bajó la perspectiva de Pemex de estable a negativa.
En el extranjero parecen tener claro que las reacciones del mercado no harán que AMLO modifique su política energética. El domingo se aventó en Tabasco otra ocurrencia que da frío: México dejará de exportar petróleo al extranjero. Únicamente se extraerá crudo para el consumo interno.
¿Por qué la llamamos ocurrencia? Los ingresos petroleros para el gobierno federal representan más del 2% del Producto Interno Bruto (PIB), por lo que gran parte de este recurso desaparecería.
Se vulnerarían las cuentas fiscales. Habría dificultades para fondear sus ambiciosos programas de apoyos sociales, la ayuda a los adultos mayores, los ninis y los discapacitados.
A la esperanza seguiría el desencanto y al desencanto el mal humor social, que es muy difícil superar. Y si no que le pregunten a Peña Nieto.
El bajón de Fitch a la petrolera mexicana no le gustó ni tantito al presidente electo y lo hizo saber. Dijo que la calificadora debe asumir su responsabilidad.
Destacó que Fitch respaldó la Reforma Energética “y ahora resulta que se estanca la producción de petróleo y que con los contratos no se ha extraído ni un solo barril de petróleo en cuatro años”.
Fue más lejos: no se abrirán nuevas rondas petroleras hasta que las empresas que ganaron contratos extraigan petróleo, y haya inversión.
López Obrador y su equipo han anunciado para Pemex y el sector de la energía un gasto adicional de 175 mil millones de pesos. Una parte es para construir la nueva refinería de Dos Bocas, Tabasco, modernizar las existentes, e invertir más en exploración y producción. ¿Sin exportar petróleo?
“Éste es un buen ejemplo de cómo la administración entrante responderá a las reacciones del mercado”, escriben los expertos en riesgos políticos del Grupo de Eurasia, en su reporte diario sobre México.
No estoy de acuerdo con los analistas que dicen que México se subordinó a Estados Unidos en el tema de los migrantes centroamericanos.
Tampoco, con la afirmación de que somos “la policía migratoria” de los gringos.
Después del zafarrancho en el que la policía antimotines utilizó gases lacrimógenos y escudos en la frontera sur, lo que arreció protestas de organizaciones de derechos humanos, la caravana del hambre, que incluye mujeres y niños, avanza hacia el norte en territorio mexicano.
Del elogio a México, míster Trump pasó al reproche. Volvió a meterse con la policía y los militares mexicanos “incapaces” de detener la caravana que mezcla, asegura, “criminales y personas de Oriente Medio”.
El jefe de la Casa Blanca anunció que ya alertó a la patrulla fronteriza y anunció que suspende la ayuda económica a Honduras, El Salvador y Guatemala. Todo esto, a dos semanas de las elecciones para renovar el Congreso en Estados Unidos.
Sabíamos que Manuel Granados estaba hasta el gorro de las presiones de las corrientes que integran al PRD y que se disputan las migajas que le quedan al partido. Lo vislumbramos en pláticas que sostuvimos con él en corto. Le pasó lo mismo que a Agustín Basave, quien ya hasta renunció al sol azteca.
Su anunciada renuncia a la presidencia nacional del PRD se produce a semanas del proceso para renovar la dirigencia nacional de esa agrupación política.
En su carta de despedida dice que se va para cumplir los plazos originalmente otorgados “y no, como en muchos partidos, hacer maquinaciones para ampliar y permanecer en el cargo”.
Pero también para que el PRD inicie un proceso de deliberación interna luego de los resultados de la pasada elección y del derrotero que está tomando el país. Lo substituyó, por prelación, el secretario general Ángel Ávila, de Nueva Izquierda.